Escritores
Una fortaleza por Francisco Martínez
El Parque Olímpico de los Juegos de Londres es poco menos que una fortaleza a la que a veces resulta difícil entrar, e incluso salir. O coger un taxi. El este de Londres no existía antes de los Juegos, o eso decían. Y parece verdad. Tienes que hablar con alguien de la organización para pedir un taxi y éste llamarlo. Primer problema, el taxista no sabe dónde está. Y no quiere acudir. Por si acaso, pide el número de una tarjeta de crédito y cuando se lo dan se lo vuelve a pensar y decide no venir, dejando tiradas a siete personas que quieren ir al entrenamiento del equipo de baloncesto. La organización pone el coche entonces: dirección, hacia adelante y a la izquierda. Pero el GPS marca otro camino y se va por otro lado. Son los viajeros los que se dan cuenta del error, se lo dicen, pasado un tiempo, a la conductora, que no para de reír, una risa simpática y contagiosa. Para en cualquier lado y vuelve a poner los datos en el aparato. Efectivamente, era un error. Nos había llevado muy lejos y tuvo que desandar lo andado, para volver al lugar de partida e ir hacia adelante y a la izquierda. Llegada al destino y tras el trabajo, toca volver. Esta vez en taxi, un conductor simpático que, al darse cuenta de que somos españoles, habla en español y dice que va mucho a España y que tiene una residencia allí. Por supuesto, nos deja en una entrada diferente a la que habíamos salido.
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