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James Ellroy cazador de mujeres

El novelista norteamericano publica un libro de memorias en el que desnuda su intimidad, cuenta sus experiencias con las mujeres y las drogas, y muestra su obsesión por saber quién asesinó a su madre

«L.A. Confidential». Imagen de Kim Basinger en la película
«L.A. Confidential». Imagen de Kim Basinger en la películalarazon

James Ellroy es sobre todo conocido por sus novelas policiacas. Su incursión en el género negro ha reflotado una narrativa que bebe de lo mejor de Dashiell Hammett y Raymond Chandler, aunque con un lenguaje directo y una fuerza insólita e inédita en buena parte de la literatura policial actual. Sin embargo, Ellroy también ha sido en algún momento autobiográfico, como demostró en «Mis rincones oscuros», una obra en la que abordaba el asesinato de su madre, todavía hoy sin resolver. El autor vuelve a sus demonios internos con mano maestra en «A la caza de la mujer», libro que aparece la próxima semana en la editorial Mondadori.

Esta autobiografía fue escrita por Ellroy tras concluir su trilogía americana, un paseo por el lado oculto de la historia de su país. Y después de mirar a Estados Unidos, para su nuevo proyecto, el escritor optó por otro camino: mirar hacia el interior de sí mismo. El resultado final es una soberbia prosa escrita con las entrañas y en algún momento con el corazón, y que demuestra lo alejado que está el novelista del memoralista. Porque si bien los hombres que aparecen en «L.A. Confidential» o «La dalia negra» siempre guardan secretos, los del mismo Ellroy son ahora públicos, sin censuras propias de la vergüenza.


Rincones oscuros
El escritor no se pone límites para hablar de su obsesión por las mujeres, su desesperada búsqueda de la Otra –como él la llama– en cualquier rincón, especialmente en los de la ciudad de Los Ángeles, ya sea durante lecturas públicas de sus libros en librerías, en moteles con prostitutas o esperando a que salgan las intérpretes de chelo de la Filarmónica de L.A. en la puerta de atrás del Dorothy Chandler Pavillion.

En un primer momento, «A la caza de la mujer» nació como un serial en primera persona para la edición estadounidense de la famosa revista «Playboy», un encargo con el que el escritor continúa la estela dejada en la publicación por Gabriel García Márquez, Ray Bradbury o Norman Mailer. Y lo inicia con la muerte de su madre. Pero si bien en «Mis rincones oscuros» aquel traumático suceso era revestido de tintes propios de una novela policial, casi un complemento al conjunto de su obra literaria anterior, en «A la caza de la mujer» el autor opta por otro tono, el de la autoconfesión.

James Ellroy escoge a unas cuantas y fundamentales mujeres de su vida. La primera es Jean Hilliker, su madre asesinada, a la que llega a repudiar cuando se separa de su padre. Las otras destacadas protagonistas son Erika Schikel, su actual pareja, además de su ex mujer Helen Knode y otras dos que prefiere no nombrar y que fueron inalcanzables para el autor.

Todo ello acontece con la obsesión por Beethoven como banda sonora del libro, y con un James Ellroy que no se echa en ningún instante hacia atrás cuando habla de sus escarceos con todo tipo de drogas. De esta manera, el escritor se convierte en su mejor personaje literario. Porque, como el escritor dice pensado en «artistas como Charles Bukowski y Hunter S. Thompson son auténticos. Al contrario. Esto es pueril. Los tíos auténticos aman a Dios, Beethoven y las mujeres».

En este viaje en busca de mujeres, el cazador se remonta a su infancia, cuando intentaba espiar a sus vecinas a través de unas gafas con rayos X que debían permitirle verlas desnudas. La curiosidad del mocoso, espectador de películas de serie Z en los cines de Hollywood, es el inicio de un despertar de la sexualidad que se extiende incluso cuando entreve a su madre desnuda el día que comparten habitación de hotel.


Sexo y drogas
Mientras, su padre presume ante él, aunque no se sabe si diciendo la verdad, de haber sido amante de la actriz Rita Hayworth en los momentos de éxito de una de las pelirrojas más seductoras del celuloide. Ella descubre el sexo de una manera un tanto extraña de la mano de una niñera alemana a la que interrumpe y expulsa a los treinta segundos de colarse en su infantil habitación. Ya algo más adulto, el adolescente autor conoce todo tipo de oficios, pasa breves estancias en la cárcel de la ciudad por hurtos de pacotilla y se deja querer por las drogas y el alcohol.

Es un Ellroy que incluso se excita con los inhaladores Benzedrex. Mientras intenta rehabilitarse en Alcohólicos Anónimos, algunos policías con ganas de dejar la bebida le explican las virtudes y los defectos de las prostitutas de Hollywood Boulevard a las que asaltan cuando fracasa en sus intentos de ligar con intérpretes de la Filarmónica.

Ellroy reconoce que con este libro no intenta exorcizarse como ya había pasado en «Mis rincones oscuros». Lo que no puede evitar es dejar en manos de su bisturí de tinta su propia alma. Eso es lo que le hace, por ejemplo, comparar a Erika con su madre, encontrando entre ellas un parecido físico extraordinario.

Es también una manera de acabar con la fama de ese Ellroy misógino. Fama proveniente del crudo retrato que el novelista ofrece de las protagonistas femeninas de sus novelas. El lector de «A la caza de la mujer» ahora sabrá que en todo eso hay una máscara que separa al escritor del hombre de la calle, del Ellroy que se cuela en las casas de amigas o vecinas para olisquear en sus dormitorios sus ropas con el subidón de ser pillado como estimulante.

Pero lo que, en principio, parece una locura acaba convirtiéndose en la transformación del escritor en un ser conservador, lo que hace que ahora se comprendan mucho mejor los ataques que Ellroy lanzó en su momento al presidente de los Estados Unidos Bill Clinton durante el escándalo protagonizado por la becaria Monica Lewisnki. El Ellroy obsesivo por el sexo acaba siendo el Ellroy obsesivo por ser amado, un ser romántico y un feminista casi militante que siempre reclama que no se desprecie ni humille a la mujer.

En todo esto tiene un papel importante Helen, su segunda esposa y con quien todavía tiene una buena amistad. Con ella comparte trece años de insólita fidelidad y es ella, quien trabaja como novelista y periodista en Los Ángeles, la que lo anima a dedicarse al oficio de escritor, cosa que logra con la aceptación del público y de la crítica.

El novelista no tiene la intención de pasar a la historia de las letras como un Giacomo Casanova ni tampoco como un Jack el Destripador, pero, igual que sucede en su libro, tiene claro que debe saberse todo y no pone ningún obstáculo para narrar episodios insólitos como su encuentro erótico con una agente literaria o con una chica llamada Penny.
Icono actual

Es como una especie de depredador que hace al final casi un acto de contricción por todos sus pecados. Hay una esperanza, a medida que se acercan las últimas páginas del libro, para dejar de vivir en una nebulosa. Y todo ello sin dejar de sonar la música de Beethoven, cuya imagen acompaña siempre al escritor en cualquiera de las casas que ocupa. Ellroy acaba siendo un romántico como el gran compositor alemán, recordando además que todavía queda por resolver el crimen que acabó con su madre. No en vano, el título original de este nuevo libro es «The Hilliker Curse».

Existe todavía en James Ellroy una enorme esperanza por acercarse a una paz anhelada, tanto con la caza de la mujer como con la idea de saber quién fue la persona que mató a su madre. Probablemente lo haga el escritor en una obra posterior de memorias, aunque con ésta que ha publicado ahora ya ha demostrado su potencial como uno de los más grandes iconos de las letras estadounidenses que existen en la actualidad. Eso es lo que atestigua cada una de las líneas de «A la caza de la mujer».


Otras memorias, otros autores
Podemos encontrar en la narrativa estadounidense algunos precedentes de lo hecho por James Ellroy en «A la caza de la mujer», aunque por lo general estas vivencias se transforman en literatura de ficción –como «Después de la caída» y la inédita «Finishing the picture», donde Arthur Miller expone su relación con su esposa Marilyn Monroe aunque cambiando los nombres–. Gore Vidal es uno de esos escritores que han sabido sacar buen partido de su rica vida en los dos volúmenes de su autobiografía, «Una memoria» y «Navegación a la vista», en los que no tiene reparos en hablar de sus amantes masculinos, escritores con aspiraciones políticos en la Casa Blanca y otras envidias. La guionista Nora Ephron convirtió en una novela de éxito su tormentoso matrimonio con el periodista Carl Bernstein, uno de los investigadores del Watergate, en «Se acabó el pastel», adaptada al cine con Jack Nicholson y Meryl Streep. Un punto y aparte es el también guionista Jerry Stahl, conocido en nuestro país por su novela «Yo, Fatty». En su autobiográfico «Permanent Midnight» –sin publicar en España– hablaba de la cultura de excesos de Hollywood y de sus adicciones a las drogas mientras consigue triunfar escribiendo los guiones de la serie de televisión «Alf».



El detalle
CINE NEGRO

James Ellroy tiene tras de sí una de las producciones literarias más destacadas en el género policial contemporáneo. Este escritor, nacido en Los Ángeles en 1948, ha dejado su huella desde que en 1981 apareciera «Réquiem por Brown», a la que han seguido joyas como «L.A. Confidential» (arriba, imagen de Kim Basinger en la película), «La dalia negra», «El asesino de la carretera» o «Sangre vagabunda». Hollywood llamó en alguna ocasión a su puerta. En la actualidad, HBO cuenta con los derechos de su trilogía sobre América para convertirla en una serie de televisión, aunque el mayor éxito fue «L.A. Confidential». «La dalia negra» de Brian de Palma, reconoce Ellroy que fue un fracaso en «A la caza de la mujer».



«A la caza de la mujer»
James Ellroy
Mondadori
228 páginas 18,90 euros