Estados Unidos

Nixon sin pañuelo por Fernando de Haro

La Razón
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Es una vivienda modesta. En Brookilne, el barrio judío de Boston. En ese hogar de clase media, Joe Kennedy construyó primero un imperio económico y luego una dinastía política encabezada por JFK. Es en esa casa en la que nació el 35 presidente de los Estados Unidos. Y ahora la enseñan como una reliquia nacional. Al entrar te recibe una voluntaria con un cartel electoral con la cara del Kennedy más famoso, en azul, blanco y rojo. Esa estética te hace entender que el primer debate, el de 1960, Nixon lo tenía perdido antes de empezar. Antes de que se secara el sudor con el pañuelo, antes incluso de que Jack pronunciase sus primeras palabras con un suave acento de Massachusetts y con ese saber mirar a la cámara no conocido hasta el momento en un político. Porque habían empezado los sesenta y Kennedy representaba un cambio todavía indefinido pero esperado por todos. La televisión modifica muchas cosas, pero, sobre todo, presta imagen y fija sensibilidades previas de la audiencia.

Esta noche, este lunes lo que va a intentar Rubalcaba es lo contrario de lo que hizo JFK. Rubalcaba es Nixon. Va a utilizar su habilidad dialéctica para convencer a dos millones de personas de que hay cosas que no pueden cambiar. El jueves abría la campaña con esas declaraciones que sorprendían a tantos: «Es más fácil que el Madrid le gane al Barça que yo le gane a Rajoy». El objetivo es la no desaparición del PSOE como opción de gobierno para más de una década. El viernes, después del barómetro del CIS, Blanco señalaba el objetivo: hay todavía un 31,5 por ciento de indecisos. Probablemente no son tantos. Pero el PSOE, que es un partido disciplinado hasta en los peores momentos, quiere mover su sentimiento. Han perdido a una gran parte de los jóvenes. No les asisten las razones. El CIS refleja que, según la mayoría, el PP puede gestionar todo mejor que los socialistas, salvo la igualdad. Rubalcaba va a buscar la pulsión de aquellos que pueden tener mala conciencia, que consideran un pecado contribuir a una victoria de la derecha. El sábado una de las personas que ha preparado el debate con Rubalcaba me defendía el vídeo del niño con cuidadora, el que hablaba aún de las dos Españas. Me explicó que «la gente tiene que saber que hay dos modelos, dos formas de hacer las cosas». Si la victoria de Rajoy está por debajo de lo que pronostican las encuestas, sabremos que el cambio todavía no es rotundo, que razón y sentimiento político siguen disociados, que hay todavía españoles para los que la pertenencia política tiene naturaleza religiosa. Nada saludable para la vida democrática.