Afganistán

Noruega el país sin armas

Los noruegos se despertaron ayer con la sensación de que su rico país ya no era el mismo. El doble atentado en Oslo y Utoeya del pasado viernes se ha llevado por los aires su sentimiento de seguridad y ha puesto en cuestión el modelo de sociedad abierta. Hasta ahora, la devastación fruto del terrorismo era una visión lejana, propia de Irak o Afganistán, pero no de la pacífica e incluso aburrida Noruega, donde nunca pasaba nada.

Noruega, conmocionada
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Pese a su intervención en las guerras de Afganistán y Libia y la publicación de las polémicas caricaturas de Mahoma, el país escandinavo no veía seriamente amenazada su seguridad. Y es que en la vida diaria de los 4,9 millones de noruegos resulta algo cotidiano salir de casa sin cerrar con llave la puerta o pasear por sus ciudades sin temor a ser víctima de un delito. Como en otros países escandinavos, los políticos noruegos se muestran cercanos a la población y resulta habitual toparse con ellos en la calle y en lugares públicos. Incluso la familia real goza de una amplia libertad de movimiento a lo largo y ancho del país y no depende de fuertes medidas de seguridad.

Sin embargo, los ciudadanos de Oslo despertaron ayer en una ciudad muy distinta. Por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial, los soldados fuertemente armados sustituyeron a los habituales policías sin pistola patrullando las calles de una conmocionada ciudad.

«Es absurdo. No puedo creerlo. Noruega es el lugar más seguro y pacífico en el mundo, ¿o lo era?», se lamentaba Beate Karlsen, una mujer de 39 años, ante un puesto de la Policía, tratando de echar un vistazo a las oficinas destrozadas del Gobierno. «Quizás Noruega ya no sea tan inocente y segura como pensábamos», añadía con pesar. Para evitar caer en la tentación del miedo, el primer ministro noruego, el laborista Jens Stoltenberg, defiende que «nuestra marca de fábrica es una sociedad abierta, es una sociedad segura donde se puede participar en el debate político. Esto está bajo ataque hoy y debemos reaccionar para que no sea así».

Un país salido del yugo nazi
Noruega, que logró su independencia de Suecia en 1905, comenzó a edificar un nuevo país tras liberarse del yugo nazi en 1945. El país empezó a poner las bases de un fuerte Estado de Bienestar que garantizó a sus ciudadanos una Educación y una Sanidad públicas de alta calidad.
El «boom» petrolero de finales de los sesenta contribuyó al progreso de un país en el que el mayor problema político es decidir si se gasta o no el millonario fondo soberano que la nación ha acumulado gracias a los beneficios obtenidos de la extracción del crudo y el gas de sus costas (40.000 millones de dólares).

Esta expansión económica aumentó la demanda de mano de obra que el país sació con la llegada de inmigrantes. De repente, en un espacio muy corto de tiempo, la homogénea población noruega empezó a recibir a extranjeros de los cinco continentes atraídos por su prosperidad. En apenas quince años, de 1995 a 2011, los inmigrantes han pasado del 4,3% al 9,5% de la población.

Entre esos inmigrantes, se encuentran 80.000 musulmanes, cuya integración, como en otros países europeos, se ha convertido en un reto de primer orden para las autoridades. Pero en una sociedad abierta como la noruega, el crecimiento de la población musulmana no es bien visto por algunos sectores ultranacionalistas, que consideran que el islam amenaza la pervivencia de la cultura tradicional del país escandinavo. 

Antiguo militante del Partido del Progreso
Precisamente, el autor del doble atentado, Anders Behring Breivik, es un declarado islamófobo que en el pasado militó en el populista Partido del Progreso, el segundo más votado en las últimas elecciones, con el 22,9 por ciento de votos.

La líder del Partido del Progreso, Siv Jensen, no se ha cansado de avivar el miedo hacia los inmigrantes. «Somos el Gobierno más generoso con la inmigración y eso genera muchos problemas. Lo vemos en la tasa de criminalidad y en la falta de control de las solicitudes de asilo», denunció en la última campaña electoral. Jensen, objeto de las críticas del resto de partidos políticos, va más allá y denuncia la «islamización de Noruega».

Con todo, el hecho de que la extrema derecha esté detrás del ataque terrorista contra el Gobierno de centro izquierda no deja de sorprender a las autoridades. En febrero pasado, los Servicios Secretos descartaron en un informe que estos movimientos supongan una amenaza grave.

Anticipándose a los acontecimientos, el autor de la trilogía «Millennium», el sueco Stieg Larsson, ya alertó en sus artículos en la revista «Expo» del auge de la ultraderecha en Escandinavia. Antes de morir, Larsson advirtió de que estos movimientos representan la mayor amenaza para la democracia de los países nórdicos.