Murcia

OPINIÓN: Manos a la obra

La Razón
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Dios no es indiferente ante el sufrimiento humano; y por eso no es indiferente ante un mundo abocado al pecado y a la muerte. Jonás es enviado por Dios a Nínive, la gran ciudad, símbolo de toda maldad, para anunciar su destrucción en cuarenta días si sus habitantes no se convierten de su «mala vida». Dios les da una nueva oportunidad… y la aprovechan. Jesús, como un nuevo Jonás, es enviado a la humanidad con una misión: anunciar la Buena Noticia del Amor de Dios. «Se ha cumplido el plazo... Convertíos y creed en el Evangelio». Es la nueva y permanente oportunidad de Dios al hombre. Para ello necesita unos colaboradores, a los que irá preparando en el día a día de la intimidad con Él. Y cuando cualquiera de nosotros, con el más elemental sentido común, hubiera seleccionado a sabios escribas, fariseos honestos, doctores o gente con influencia social, va y llama a hombres vulgares, gente como tú y yo, trabajadores sencillos acostumbrados al esfuerzo y a la lucha cotidiana, cuyo único mérito es estar en el mundo y desear lo mejor para él. Los cuatro primeros son pescadores, y escuchan: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres...».

Dejaron las redes al instante. No se trata de un cambio de oficio: antes pescador, ahora predicador; antes abogado, médico, labrador o administrativo, ahora estudiante de teología o catequista. Es todo un cambio de vida, es el comienzo de un «dejarlo todo», de un vaciarse de sí para ser poseídos por la Palabra y el Espíritu Santo, de aceptar libremente «ser expropiado de uno mismo para ser todo de Dios», y así encontrar el verdadero sentido de la vida y la radicalidad de la consagración bautismal.

Jesús -también hoy- pasa por la orilla de nuestro mar en busca de nuevos colaboradores. Quizás a ti Dios no te llame a una vocación de especial consagración, pero no dudes que te llama a ser «pescador» de los hombres, tus hermanos, mensajero de alegría para los miembros de tu familia, profeta de esperanza para tus compañeros de trabajo, instrumento de paz y fraternidad en un mundo dividido… Y también tendrás que dejar las redes que te atrapan: miedos, ideologías, prejuicios, afán de notoriedad, seguridades afectivas o de cualquier otra índole… Porque no dudes que las mil y una redes que parecen darnos seguridad, acaban convirtiéndose en redes que nos atrapan, inmovilizan y esclavizan.

Jesús continuamente nos seduce y nos invita a la conversión de las actitudes vitales, al cambio de mentalidad, a la conversión del corazón. Es el «kairós» de Dios: una nueva oportunidad de encontrar el auténtico sentido de la vida. Su llamada abre una puerta a la esperanza de una relación nueva con Él. No temas, y lánzate sin temor a la aventura sin red; no como el trapecista experto, sino fiado en la promesa de aquél que te convoca a la misión: «Yo estaré con vosotros todos los días».

Luis Emilio Pascual
Capellán de la UCAM