Israel

Por qué ahora

La Razón
La RazónLa Razón

Es una evidencia que Mahmud Abas intenta pescar en río revuelto. Como lo es que el desafío que la ANP plantea a Israel y EE UU debe leerse en dos contextos fundamentales. El primero, la situación de hostigamiento diplomático y armado que padece el Gobierno de Netanyahu de un tiempo a esta parte. El segundo, el clima de cambio generalizado que sacude Oriente Medio y que, por una inercia en apariencia incontenible, da la impresión de que tiene que tocar a todos los gobiernos establecidos. Sin embargo, la nomenclatura palestina pincha en hueso en uno y otro escenario. Sus reivindicaciones no pueden llegar en peor momento y están generando, como ya se intuye y palpa, un efecto boomerang.
De un lado, porque Israel es víctima de una escalada de agresiones y de actos poco amistosos por parte de Turquía, Egipto e incluso de Jordania, que le colocan a la defensiva ante una eventual resolución relámpago del conflicto en Gaza. De otro, porque si se pretende lanzar la idea de que la ola que sacude el mundo árabe tiene por objeto cambiar comportamientos poco democráticos, las autoridades de Tel Aviv están legitimadas para proclamar que no necesitan lecciones para avenirse a los cánones de conducta más elementales de un Estado de derecho.
Ojalá las elites palestinas hubiesen madurado y abrazado los rudimentos más artesanos de la democracia. Ojalá sobre las puertas de Tel Aviv no siguiese retumbando la amenaza de un terrorismo, el de Hamás, concentrado en el totalitario objetivo de empujar a los judíos hacia el mar. Y ojalá en la orilla del río Hudson entiendan que excitar artificial y alocadamente la salida a la madre de todos los problemas sólo significaría a corto plazo arrojar más combustible sobre una región ya de por sí inflamada.