Roma

«In dubio pro reo»

Si algo bueno tuvo el bachillerato franquista fue la enseñanza del latín, que los socialistas quitaron porque lo consideraron una carga inútil. Pero, en caso de duda, siempre a favor del latín 

«In dubio pro reo»
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Me temo que en España serán superventas los denostados manuales de autoayuda aunque ante la desesperación es útil regresar a los orígenes. El bachillerato franquista, salvo tres o cuatro tonterías ideologizadas que nadie estudiaba ni suspendía, era bastante bueno, con excepción de la enseñanza de las lenguas modernas, y sacralizaba el latín por varios cursos sin que cupieran desentendimientos escolares. Aquellos educandos podíamos haber protestado por el aprendizaje de una lengua muerta, pero no existía la insumisión: los alumnos se levantaban en silencio ante la entrada o salida del profesor y a él se dirigían como señor, señora o señorita previa petición con el dedo para hablar. Declinando el rosa-rosae y traduciendo textos clásicos aprendimos la historia de Roma y la razón del sujeto, verbo y predicado. Comprendimos el penúltimo capítulo del romance español y su sencilla y lógica ordenación de las palabras. Los más avanzados podían descubrir las raíces latinas de vocablos en francés, italiano o rumano, y entendimos que el latín estaba menos muerto de lo que los indoctos suponían.

La dirigencia socialista siempre supuso que la lengua de Ovidio, Cicerón o César suponía una carga inútil en la mochila y, además, es la lengua oficial de la Iglesia aunque no litúrgica. Del Concilio Vaticano II sólo tomaron lo que más les convenía para su laicismo militante agarrándose a la corrupción del español frente a la transparencia intelectual del latín. José Ignacio Wert, para ser sociólogo, está teniendo buenas ideas educativas por más que forme expertos en latinajos. «In dubio pro reo»; en caso de duda, siempre a favor del latín, condenado a los infiernos.

Invierno árabe
Hemos rebosado buenismo ante una voluntarista Primavera Árabe que sólo ha reactivado los peligros de Oriente Medio, con excepción de Túnez, donde se inició la revuelta tras prenderse fuego un joven atosigado por la miseria. Egipto es esencial en esta alharaca y la elección de Mohamed Morsi candidato de los Hermanos Musulmanes, es una noticia ominosa. Los Hermanos, que han penetrado el tejido social mediante la caridad, fueron los que asesinaron a Sadat, que los había liberado de las cárceles, y han venido replegando su intolerancia hasta camuflarse en una democracia imposible. Tal como se entiende en Occidente, en Egipto no ha habido democracia jamás. Tras el dominio inglés, el Ejército tomó el poder y todavía no lo ha abandonado por cuanto tutela a Morsi. Las Fuerzas Armadas son corruptas, autoritarias, gravosas para el país por sus ingentes compras militares en Estados Unidos pero miran hacía la figura turca de Kemal Ataturk y un Estado laico en las antípodas de la sahira, lo que ha hecho a los occidentales mirarlos con benevolencia. Aun así, en Egipto nacieron los wahawistas que acabaron en Al Qaeda, que no desaprovechará esta nueva ocasión.
El judío Rafael Cansinos Assens fue un polígrafo y políglota hoy olvidado (y tío de Rita Haywort) que tradujo por primera vez El Corán al español directa, literalmente y sin interpretaciones. Lectura obligada para los santurrones del interculturalismo. «De allí de donde os hayan echado, volved y matadlos a todos», se puede leer pensando en Al-Ándalus. Siendo la revelación de Mahoma, a más de un texto religioso, un Código Civil y Penal, la convivencia con la democracia occidental es imposible porque El Corán chorrea sangre e intolerancia.
Los Hermanos Musulmanes esperan sabiamente (ya están luchando en Siria). Puede haber una deriva hacia los arriscados iraníes, y Egipto es capital para la seguridad israelí. Comienza el invierno en primavera.