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Morir matando
PARÍS- «Quiero morir como un muyahidin, con las armas en las manos». Ésas fueron las últimas palabras de Mohamed Merah a los negociadores, después de renunciar a toda posibilidad de entregarse. «Sería contrario a mis compromisos y mis convicciones. Si soy yo quien muere, peor para mí, iré al paraíso. Si sois vosotros [por los policías] peor para vosotros», explicó a su interlocutor en torno a las 22.45 horas del miércoles, antes de abrir un paréntesis de silencio que prolongó durante toda la noche y hasta el asalto final. A lo largo de la madrugada la estrategia de presión y desgaste se puso en marcha a fin de erosionar la determinación del asesino de Toulouse.
La sucesión de explosiones intimidatorias por parte de la Policía, que dejó al yihadista sin agua, luz, ni gas, no lograron reacción alguna del sospechoso. Ante la ausencia de señales tangibles, el asalto se puso en marcha pasadas las diez de la mañana. Después de inspeccionar con la máxima cautela cada habitación de la vivienda, según las precisiones del ministro del Interior, Claude Guéant, los hombres del Raid (Unidad de élite de la Policía Nacional) se toparon en el baño con una emboscada. Armado con dos pistolas automáticas, y resguardado en la bañera, Merah se precipitó contra los agentes. El tiroteo duró cinco largos minutos, retransmitidos en directo por las televisiones galas. «Ráfagas de una extrema violencia», señalo Guéant, que explicó cómo el terrorista murió al saltar por el balcón y sin dejar de disparar en ningún momento. Según el fiscal de París, François Molins, empuñaba una Colt 45, descargó una treintena de balas y murió tras ser alcanzado en la cabeza por la respuesta armada de los agentes situados en el exterior de la vivienda, que tenían orden de disparar sólo «en caso de defensa legítima».
«Hemos hecho todo lo posible para entregarlo a la Justicia», declaró Nicolas Sarkozy, cuya prioridad era capturarlo con vida. Pero no a cualquier precio. Según el semanario «Le Point», sus próximas víctimas estaban identificadas: un jefe de la brigada anticriminalidad de Toulouse y un funcionario local del contraespionaje (DCRI), de confesión musulmana. En el tiroteo en el que la Policía se dejó 300 balas, cinco agentes resultaron heridos, uno de ellos grave, pero no se teme por su vida. Tras el enfrentamiento, los investigadores hallaron en la planta baja que ocupaba Merah un pequeño arsenal: armas de guerra automáticas, un bote lleno de munición de distinto calibre y una bolsa que contenía más material, además de componentes diversos para fabricar cócteles molotov. Bajo el chaleco antibalas que le protegía vestía una chilaba negra, según indicó el fiscal Molins.
Si buena parte del armamento lo financió con dinero proveniente de robos, los investigadores tratan de averiguar si Merah contaba con algún cómplice que le diera las instrucciones para atentar o le apoyara materialmente para perpetrar sus crímenes. Desde ayer se ha intensificado el rastreo en la red en busca de las grabaciones de los asesinatos que Merah dijo haber colgado. Macabras imágenes en las que, según el fiscal de París, se aprecia la secuencia completa de su criminal periplo en el que en ocho días acabó con la vida de siete personas.
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