Constitución
Costumbres nocivas
Me decía José Luis López Aranguren en una tertulia del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial: Los valores morales se pierden sepultados por los económicos. Ante el atropello del respeto, la falta de consideración y el saqueo de los derechos personales ha dejado de ser actualidad el sentido de lo ético y moral, porque no encontramos buenos hechos ni conductas adecuadas en los que predican las buenas costumbres y no las ejercen, influyen en las leyes y son los menos adecuados para aplicarlas por ser estómagos agradecidos al servicio de partidos políticos que gobiernan, que se lleva lo de cambiar, la adulación pragmática, lo de ser diferente no por convicción sino por intereses económicos. ¡Siempre el dinero todopoderoso! Mi curiosidad reclama información sobre los honorarios y las ventajas que tienen los cargos políticos sobre el resto de ciudadanos. ¿Les afecta la crisis en que nos han metido como a los demás? ¿Padecen las mismas consecuencias? Es notable su cinismo, su cara dura, su falta de principios que antes defendían y ahora ignoran o condenan. También conozco a esos otros coherentes, respetuosos, íntegros que luchan por sus ideas si las creen justas y prefieren el ninguneo al rastrero servilismo. La vida es breve. Muchos nos han dejado y lo único que nos queda es su ejemplaridad, o su poca vergüenza, aún después de muertos. Al tirano, al aprovechado, al déspota, al estafador público, al vividor, al fanático e hipócrita nunca debe imitarse sino despojarle de su máscara y que reciba el castigo de la sociedad a la que ha perjudicado. Estoy convencido de que a Sir Thomas More, si viviera en estos momentos, volverían a cortarle la cabeza. No se debe permanecer en silencio contra el abuso de la corrupción y del engaño. Demóstenes repetiría: Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de mofa.
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