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Al Bano Carrisi: «Es hora de descansar por el bien de mi hija»

Fueron la pareja de moda durante décadas. Juntos abrazaron el éxito, pero su luto personal prefirieron afrontarlo por separado. Al Bano Carrisi habla con LA RAZÓN desde un hotel en Roma.

Al Bano Carrisi, durante una de sus visitas a España
Al Bano Carrisi, durante una de sus visitas a Españalarazon

Está a punto de viajar a Milán y de iniciar una serie de conciertos por Rusia, «siempre estoy de gira», comenta emocionado al poder seguir disfrutando de la música, a la que define como su gran «terapia». Mientras tanto, su ex mujer, Romina Power, vuelve a aparecer en los medios, tras muchos años de silencio, para confesar que aún mantiene la esperanza de volver a reencontrarse con su hija Ylenia, desaparecida hace 17 años. Al Bano habla pausado, sereno, calibrando que el italiano no contamine demasiado su español. Tiene un tono alegre que se multiplica cuando le recuerdan que por estas tierras toda una generación de jóvenes se enamoró con las letras de sus canciones. Casi inconscientemente, su sensibilidad aflora, desnudando al artista y también al hombre que, con pudor, muestra tanto sus ratos de «Felicità» como los de tristeza infinita, para los que, confiesa, «no existe cura». Habla con respeto, pero sin tapujos, de Loredana Lecciso, la madre de sus dos hijos pequeños. Pero, sobre todo, habla del amor que compartió con Romina, «el más intenso». No le cuesta demasiado avivar aquellos sentimientos, guiados hoy por la nostalgia, sin embargo, remover el dolor que le provocó la desaparición de Ylenia aún le supone un esfuerzo infinito. Al Bano pone el alma en la voz aunque, esta vez, no sea para cantar.

–Con la que está cayendo en Grecia y usted triunfa con un disco de temas clásicos. Sigue siendo un mito para mucha gente. ¿Se imaginaba alcanzar todo este éxito cuando era joven?
–No, claro que no. Yo he tenido mucho más de lo que pedía y esperaba. También tengo que reconocer que el bien y el mal han caminado juntos en mi vida.

– Pero, al final, ¿qué pesa más?
–Mi gran pasión es el canto, la música es mi terapia y medicina. Y gracias a ella he podido comprender las cosas más inexplicables que me han sucedido. A veces hago balance y todo me parece un sueño que, en realidad, tiene puntos de gran felicidad, pero también de gran depresión.

–Es usted un hombre muy polifacético y se cubre de gloria en todo lo que se propone: la música, el cine, sus bodegas (su vino Platone acaba de recibir un premio)... ¿Qué le falta por hacer?
–Tengo una película hecha a mi padre, pero me gustaría dedicarle otra a mi madre. Los admiraba mucho y han sido los grandes faros de mi vida. Al principio no compartían que yo quisiese dedicarme a la música, pero los acabé llevando conmigo a todas las partes del mundo.

–Habrá sido una gran experiencia para ellos...
–A mí me gustaba hacerlo porque cuando termina el «show» te quedas tú con tu soledad. Pero yo continuaba el espectáculo charlando con ellos y con Romina y los niños cuando estábamos juntos.

–¿Se le hacía muy duro cuando tenía que hacer un viaje solo?
–Bueno, la soledad y la tristeza son elementos creativos y cuando quieres matar estas sensaciones, el mejor refugio es hacer música. No es totalmente negativo porque, en parte, inspiran a un artista.

–Hablando de inspiración, hace unas semanas confesó que Romina había sido la gran musa de su vida...
–Sí, es cierto.

–Sin embargo, de Loredana, con la que tuvo a sus hijos pequeños (Jasmine y Albano) comentó que la sentía más como una amiga ¿es cierto?
–Bueno, uno no tiene dos hijos con una persona que es sólo una amiga. El caso es que con Romina ha sido una dimensión totalmente diferente. Loredana es muy culta, inteligente..., pero con ella me faltaba la conexión con la música, esa afinidad que me unía a Romina. Cuando he escrito algunas cosas para Loredana he sentido que estaba sembrando en una piedra (risas).

–En su autobiografía «È la mia vita» dejó dos páginas en blanco en la parte que hablaba de sus ex parejas, ¿lo hizo por respeto?
–He luchado mucho por tener esas páginas blancas. Para mí es el color de la pureza, donde cada uno puede poner lo que piensa. Que escriban los demás, mis sentimientos los tengo para mí. El enfrentamiento con Romina me ha parecido muy raro e incomprensible. Pero en la vida nada es normal, ¿no?

–Parece que ahora se han relajado las tensiones entre ambos...
–Romina vive ya en América, tiene su vida. Me parece que la guerra se acabó. Pero la que ella me hizo. El caso es que había cosas que no entendía: ella decidió que cuando termina el amor cada uno tiene que hacer lo que cree más justo, pero fue ella quien se marchó de Italia porque estaba en la búsqueda de una dimensión de vida, y no entendía por qué tenía que hacerme guerra.

–De alguna forma, ¿se sintió víctima de todo aquello?
–No, de verdad. Sólo me pareció extraño. Tampoco creo que lo que ha hecho lo hiciera por odio.

–Por lo que cuenta, al recordar su relación con Romina, pesa más lo bueno.
–Claro. He vivido una vida increíble con ella. Yo leía en la prensa: «Los acaramelados...», y no. Éramos dos personas siempre buscando algo más, algo más importante y emocionante. Crecer juntos, ésa ha sido nuestra vida, y uno no podía estar lejos del otro. Es extraño cuando lo pienso, cómo ha sido de intenso ese sentimiento, el más intenso. E indiscutible también.

–¿Sabe que Romina participó en un programa alemán en el que confesó que mantiene la esperanza de que Ylenia esté viva?
–Mira, todo lo que hace no soy yo quien la debe juzgar. Tiene su total independencia y madurez. Y si lo hace tiene una razón. Si me preguntas si yo concibo esto, la respuesta es no. Pero soy un don nadie para hablar de este tema.

–¿Le resulta demasiado difícil afrontar estas situaciones? ¿Consiguen remover su dolor?
–A mí no me apetece pasar por estas situaciones para nada, creo que es la hora del descanso, por el bien de mi hija. Por eso tengo estas reacciones naturales en contra de la gente que quiere especular sobre este hecho.

–¿Le inquieta lo que pueda decir Romina sobre su hija o simplemente ya ha cerrado esa puerta?
–Por suerte estaré trabajando y de verdad no quiero entrar ahí. No sé lo que pasará ni si algún día tendré la fuerza de mirarlo. Cuando pasa algo como esto, te queda un dolor dentro que no hay medicina para quitarlo.

–Llama la atención que se muestre tan respetuoso con lo que Romina quiera hacer.
–Me parece justo. Es lo que siempre ha hecho: era el tipo de libertad que teníamos cuando éramos novios y estábamos casados. Me gustaba. Hemos vivido siempre con gran libertad, la del amor, una libertad en la que coincidíamos.

–Por los caminos que han seguido por separado, en cierto sentido, ¿cree que han llegado a alcanzar una madurez parecida?
–No, la madurez de ahora me parece totalmente diferente.

–Bueno, quizá sienta que cada uno está en su proceso y esto sea quizá lo que más les distancie...
–Con gran tristeza lo digo, ya se acabó esta gran historia de amor y cambiamos totalmente. Cuando habla me doy cuenta de que es una persona que ya no conozco. No reconozco a la de antes. Los tiempos pasan y estar lejos supone todo esto. Pero tengo un gran respeto por todo lo que ha hecho y hará en la vida.

–¿Cree que los medios han ayudado o dificultado su duelo personal en aquel momento?
–Han hecho mucho ruido, pero entiendo que era demasiado grande lo que estaba pasando. Han escrito algunas cosas que me han disgustado mucho. En la televisión italiana llegaron a decir que habíamos secuestrado a nuestra hija para hacer publicidad. En aquel momento, salí en contra de esa mentira absurda y repugnante. Soy cristiano y entiendo muy bien el simbolismo de la cruz: conozco muy bien cuál es la mía.

–¿Se arrepiente de algunas de sus reacciones?
–No. Cuando Loredana y yo nos separamos, sólo por audiencia, algunos «buitres» se inventaron también muchas cosas de nosotros. Estaba cansado de esas mentiras, así que dejé la diplomacia a un lado y le di una bofetada a una persona. Desde aquel momento se acabó la historia. Tengo un gran respeto por el público y no quiero pasar por lo que no soy.