Barcelona

El malditismo de La Zaranda Premio Nacional

La compañía de Paco Sánchez y Eusebio Calonge ha cumplido 30 años 

Imagen del montaje «La puerta estrecha», de La Zaranda
Imagen del montaje «La puerta estrecha», de La Zarandalarazon

¿Qué pasa cuando un artista con vocación de maldito es galardonado con un premio tan oficialista como el Nacional de Teatro, que se falló ayer? Paco Sánchez, para todos Paco el de La Zaranda, se revuelve: «Al teatro le sobran calificativos». Aunque a él le haga gracia, ni ellos pueden negar su vocación minoritaria, que ya arranca desde el apellido de esta «troupe»: Teatro Inestable de la Baja Andalucía. La incomodidad y el nihilismo que desprenden sus puestas en escena no evitan que sean, en lo esencial una compañía tradicional, al más puro estilo clásico. Eusebio Calonge lleva la letra y Paco Sánchez la música («yo lo único que he escrito en mi vida ha sido una carta. Y era un as de oros», cuenta con sorna el director). Y entendamos por música una estética que sólo puede calificarse de poesía con reminiscencias constantes del claroscuro pictórico español. Ya lo decía ayer el jurado: «La Zaranda, como cernidor que preserva lo esencial y dese-cha lo inservible, desarrolla una poética teatral que, lejos de fórmulas estereotipadas y efímeras, se ha consolidado en un lenguaje propio que siempre intenta evocar a la memoria e invitar a la reflexión».


Creación en comunidad
En estos tiempos de fichajes rápidos para las tablas del último actor que ha triunfado en televisión, hay en este galardón algo de homenaje a los cómicos trashumantes de pensión, pues ellos empezaron en 1983. El jurado también destaca su «riguroso proceso de creación en comunidad». Paco resume este punto: «Uno no tiene ni ha tenido nunca alma de mercader, pero te meten en todas esas cacharrerías: los talleres, las investigaciones... ¿Pero qué quieren que investigue? Y luego los tecnicismosdel márketing. ¡Si yo lo que quiero es hacer teatro!».

Y para concluir con los halagos, no podemos obviar su debilidad por el esperpento en la más pura tradición valle-inclanesca. Todos estos elementos en una sola compañía les hace sentirse «muy solos en el mundo del teatro». Paco Calonge lo dice así de bien: «Cuando las cosas se trabajan con las manos, artesanalmente, tienen alma».

Sus títulos ya suponen una oda a la creatividad y, en muchos casos, un mini capítulo de su libro de filosofía: «Los tinglaos de Mari Castaña» (1983), «Mariameo, Mariameo» (1985), «Vinagre de Jerez» (1989), «Perdonen la tristeza» (1992), «Obra Póstuma» (1995), «Cuando la vida eterna se acabe» (1996), «La puerta estrecha» (2000), «Ni sombra de lo que fuimos» (2002), «Homenaje a los malditos» (2004), «Los que ríen los últimos» (2006), «Futuros difuntos» (2008).

Ése ir y venir de tramoyas que empezó en los 80 dejó de ser un camino de incomprensión cuando cruzaron el charco: «Lo que somos se lo debemos a América, porque aquí siempre nos habían dado de lado». Ya se sabe que España suele pagar tarde y mal a sus hijos díscolos, pero en este caso ha llegado: «No es fácil creerse una cosa así», acaba Sánchez, para todos Paco el de La Zaranda.

 

Gangrena en vida
La compañía está a punto de cerrar el periplo de «Futuros difuntos» en el Teatro Lliure de Barcelona. Después comenzarán la gira de «Nadie lo puede creer», su nuevo espectáculo, recién horneado en el Festival Temporada Alta de Gerona. Se trata de «un sainete espectral, un retrato de las miserias humanas ante la muerte, de las disputas de los parientes frente a la gangrena que corroe a la vieja ama, del tedio y los intereses mezquinos por sobrevivir, también como una gangrena en vida».