Valencia
«El anillo del Nibelungo»: Múnich pura envidia sana
Dirección musical: Kent Nagano. Dirección escénica: Andreas Kriegenburg. Voces: Lance Ryan, Stephen Gould, Nina Stemme, Catherine Naglestad, Irene Theorin. Festival de Ópera de Verano de Múnich.
El Festival de Múnich no es tan conocido por el gran público como otros, ya que no ofrece el glamour de Salzburgo o la mística de Bayreuth, pero tiene un nivel de calidad y variedad superior de lejos a todos los demás. Cada vez encuentra uno más aficionados españoles en el teatro y todos coinciden en que Munich está a la cabeza de lo que hoy se ofrece en ópera en el mundo, con nada menos que 14 óperas distintas, entre las que destacan este año dos ciclos completos de «El Anillo del Nibelungo».
Esta producción saca un magnífico partido a un numeroso grupo de figurantes, que hacen de actores, bailarines, tramoyistas y de puro atrezzo. Su trabajo recuerda mucho a lo que La Fura dels Baus ha hecho en el pasado, aunque no en su «Tetralogía» de Valencia. El trabajo escénico, irradia gran frescura e imaginación, en especial «El Oro del Rhin» y, sobre todo, el primer acto de «Sigfrido», y la escena de la Fragua es uno de los mejores espectáculos que he visto en mucho tiempo. La «Walkyria» resultó la menos conseguida, mientras «El Ocaso Kriegenburg» se centró en una crítica feroz contra el egoísmo capitalista y la necesidad de volver a la unión y la solidaridad como camino de redención. Un hermoso mensaje.
Nagano, triunfo indiscutible
La dirección musical de Kent Nagano fue de menos a más, obteniendo un triunfo indiscutible en las dos últimas entregas, sacando un partido muy bueno de la espectacular Bayerisches Staatsorchesr, cuyo sonido no puede sino producirnos envidia sana. Nagano ralentizó los tiempos, lo que no resultó totalmente convincente en las dos primeras óperas, mientras que la profundidad musical que consiguió en las últimas fue de recordar. Nagano ha ido subiendo el listón de la calidad en sus seis años en el teatro y lo deja muy alto.
Vocalmente, la situación fue un tanto extraña, ya que se fueron relevando dos Wotan, dos Sigfridos y tres Brunildas. Comenzando por estas últimas, la sueca Nina Stemme puso el teatro boca abajo en Götterdämmerung, en una actuación poderosa y emocionante, memorable. Catherine Naglestad obtuvo un merecido triunfo en la Brunilda de «Sigfrido», mientras que Irene Theorin ofreció poderío y cierta monotonía en «Walkyria». Para cualquier teatro es un lujo contar con uno de los dos posibles Sigfridos de la actualidad. Un poderoso –y forzado– Stephen Gould en el «Ocaso» y un vibrante y fresco Lance Ryan en el extenuante joven Sigfrido. Ninguno de los dos Wotan son dignos de presidir el Walhala, aunque mejor Thomas J. Mayer que Johan Reuter, de volumen reducido en «El Oro del Rhin». La pareja de gemelos Welsungos estuvo muy bien. Kampe fue una Sieglinde ideal y Florian Vogt fue un Siegmund muy convincente, aunque su timbre es más blanco que lo deseable. Halfvarson fue un Hagen cumplidor. Wolfgang Koch fue un Alberich de auténtica referencia, difícil de mejorar. Stefan Margita hizo un Loge espectacular. Las dos Erdas (Catherine Wyn-Rogers y Jill Grove) no fueron lo que puede esperarse de Munich. En todo caso, soberbio.
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