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La Razón
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Tendremos que cotizar más años para cobrar hasta un diez por ciento menos de la pensión completa, y la jubilación a los 67 años se flexibiliza. Un poco de todo como en la macedonia de fruta, y los fondos privados de pensiones frotándose las manos. Es difícil la crítica ante una reforma inevitable por la explosión demográfica de los años sesenta, la posterior caída de la natalidad, la longevidad, y el éxodo de inmigrantes por el desempleo galopante.
Pero las formas han sido muy maltratadas y pareciera que el Presidente es aficionado a la dramatización de los asuntos, cerrándolos a ultimísima hora en una cena mano a mano con los amigos. No es serio que la reforma de las pensiones se arme con los dos grandes sindicatos afines, dejando en la puerta a los patronos y al primer partido de la oposición, con expectativas de gobernar a corto plazo.

Dentro de un par de años tendremos que reformar ésta costrosa reforma. La bronca, está en la calle, y es inevitable que mucho voto de izquierda se quede en casa cuando toque. Además el objetivo último de ésta reforma no es hacer caja para el 2027, sino ayudar a crear empleo, y de eso nada se dice, y la tentación de llegar a los 67 corta el paso de los más jóvenes. Pese a estar amortizado hasta entre los suyos, Zapatero vuelve a presentarse como el gran urdidor, para, luego, remunerar a los nacionalistas en el Congreso.

El Presidente se mueve en los comedores de La Moncloa como si gozara de mayoría absoluta y no fuera el convidado de piedra. Al menos tendrá unos retales que ofrecer a nuestra visitante Angela Merkel, que viene de veedora.