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Urracas por Antonio PÉREZ HENARES
Pocas aves arrastran sobre sus plumas peor fama que los córvidos. Quizás ninguna otra especie tenga su capacidad de supervivencia, de aprendizaje y hasta de inteligencia, porque si las urracas no son listas, yo he visto muchos humanos bastante más tontos.
En las ciudades pocas aves han logrado su éxito. Excluyamos a los gorriones, a las palomas y a los mirlos y ahí están las urracas. Y ellas no comen migajas de pan, ni se las echamos. Omnívoras, todo vale para su pico. Son predadoras, sobre todo de pajarillos recién salidos de los nidos o de los propios nidos mal defendidos o accesibles. Todo vale a ese pico, como la carroña en una carretera, un ratón y por supuesto cualquier tipo de basura. La urraca, con su larga cola, sus saltitos y su plumaje blanco y negro será la primera en llegar a cualquier festín ocasional. Haya o no haya sido invitada.
Tales hábitos no la hacen nada popular. Ni en las zonas agrarias ni en las urbanas. Pero ella prevalece. Un vecino mío, de los pocos que las quieren, salvó de morir a un pollo recién salido del nido. Lo cuidó y logró sacarlo adelante. Cuando ya volaba bien lo soltó y el pájaro voló libre. Pero luego decidió volver. Regresaba a verlo con mucha frecuencia y pasaba temporadas en la casa. Era un amigo y un amigo sólo puede serlo desde la libertad y la independencia. Luego estuvo una temporada sin venir. Pero este año reapareció. Son cosas de urracas. De urracas tan listas que hasta son capaces de emitir sonidos articulados, palabras. Como un loro, dicen, pero más listo.
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