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Ficciones laborales

La Razón
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Con su partida para la política catalana, el hasta ahora ministro de Trabajo, por así decirlo, tiene una excelente oportunidad para reflexionar sobre su ejecutoria en uno de los asuntos en los que la política socialista ha sido más destructiva. Es cierto que el Ministerio de Trabajo tiene de por sí poca relevancia. Parece hecho para que los electores españoles se sientan un poco amparados por los poderes públicos, que emiten una señal paternal y bienintencionada, sin que este ministerio tenga, en cambio, relevancia a la hora de diseñar las políticas que favorecerían una mayor ocupación. Es la primera ficción de este departamento: en uno de los países con más parados de Europa, existe todo un ministerio dedicado a asegurar que el Gobierno se ocupa de ellos.
Las ficciones no se agotan en la naturaleza del departamento ministerial, y alcanzan a la gestión del titular. Durante mucho tiempo el ministro negó la crisis económica. Por entonces, ya en 2008, la crisis seguía siendo tan sólo un titular de la prensa de la oposición, o mera ideología contra el Gobierno socialista. Cuando el paro se disparó y el Gobierno no pudo seguir negando la realidad, el ministro puso todo su empeño en asegurar a los parados prestaciones económicas en nombre de la solidaridad, y, por otro lado, en garantizar los puestos de trabajo indefinidos.
Las ayudas, se ha dicho una y mil veces, son la demostración de que la sociedad española cuida de quienes lo están pasando mal. Puede ser, y está bien congratularnos por nuestras virtudes, pero eso no impide constatar que las ayudas a los parados son también un incentivo para el desempleo. En Estados Unidos se calcula que con menos ayuda a los parados, el paro estaría en el 6,8% en vez de un 9,5%, y ya en el siglo XVI una polémica similar, la del «amparo de pobres», dejó claro qué política, si la de protección –seguida en España– o la de la obligación de buscar trabajo –seguida en Flandes–, era más eficaz para fomentar el empleo.
En cuanto a la voluntad de salvar los empleos con contrato indefinido, es una política eficaz... a medias y con costes exorbitantes. El más llamativo es la creación de barreras insalvables para quienes aspiran a encontrar trabajo, que son sobre todo jóvenes y nuevos parados, de los de contrato temporal. Desengáñense los miembros de los dos «colectivos», como se dice. Con el sistema vigente nunca –y nunca quiere decir exactamente eso, nunca, jamás– van a encontrar trabajo. El mileurismo, situación tan denostada en tiempos, ha pasado a ser un sueño ideal.
Corbacho vuelve a una región española donde las ficciones alcanzan dimensiones desconocidas en el resto del país. Tal vez allí, en ese pequeño mundo encantado, encuentre alguna forma de reposo que la realidad española, tan dura, ha hecho imposible. Su salida, sea cual sea su causa concreta, no despeja la situación. Tenemos un problema gravísimo con el paro. Lo seguiremos teniendo mientras el Gobierno sea una máquina de producir parados.