IVA

Cultura y subvención por J A Gundín

La Razón
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Los desgarradores lamentos de algunas gentes de la Cultura por la supresión de subvenciones y canonjías ponen los pelos de punta al observador más templado. Ni Dante, que las alojó en el Primer Círculo del Infierno, pudo imaginar sufrimiento tan intenso. Lo más gentil que han dicho del Gobierno de Rajoy por recortar chollos y elevar el IVA a determinados espectáculos es que está compuesto por avinagrados nietos de Franco, vengativos y nostálgicos que tienen a «la Cultura» por enemiga. Hombre, tampoco hay que exagerar. Es doloroso, sí, que te toquen la cartera, pero peor sería tener que trabajar. Lo malo de tantos años alimentando la cultura de la subvención es que en España se ha entronizado la subvención de la Cultura como un capítulo fijo en los Presupuestos Generales del Estado y un derecho sacrosanto, al calor de los cuales ha surgido una casta mediocre en lo artístico, insaciable en lo económico y entregado ideológicamente a la izquierda benefactora. Si había que hacer anuncios electorales ridículos, como el de la ceja, se hacían sin escrúpulo alguno; si había que encabezar manifestaciones contra el PP, allí estaba la casta presta y puntual; si había, en fin, que manipular actos institucionales del gremio para hacer campaña partidista, nada se dejaba a la improvisación. Mueve a la risa, por tanto, que ahora el club de los paniaguados se haga el ofendido como una doncella deshonrada. Por mucho que les escueza el bolsillo, los artistas deben dar ejemplo al sufrido pueblo de probidad y sacrificio, han de aliviarle el peso a las arcas públicas y acostumbrarse a vivir sin los momios que les proveían tres comidas al día. Tienen derecho a protestar, sin duda, pero no en nombre de la Cultura, sino en el de sus propias cuentas bancarias.