Cuenca

El escritor chupasangre

Drácula está de moda. Hace cien años que Stoker, creador del vampiro más famoso, murió. Un libro que recorre la influencia del clásico irlandés celebra la efeméride a la que se une el próximo estreno de «Amanecer 2», con Pattinson a la cabeza«Drácula. Un monstruo sin reflejo»VV. AA. Reino de cordelia.192 páginas, 22,95 euros.

Christopher Lee (en «Drácula, príncipe de las tinieblas», 1965), uno de los condes más famosos
Christopher Lee (en «Drácula, príncipe de las tinieblas», 1965), uno de los condes más famososlarazon

En la historia hay algunos casos pragmáticos de cómo un personaje –Tarzán, Sherlock Holmes, Fran-kenstein...– se impone con tal fuerza a su autor que se lo traga, convirtiéndolo en un ser casi anónimo a causa de la trascendencia universal de su creación. Absolutamente nadie desconoce quién es Drácula, pero muchos no sabrán que su autor fue un irlandés que no ganó dinero con esa obra que los críticos desdeñaron desde el comienzo, un tipo que, pese a no disfrutar de éxito literario, tuvo una rica vida social, lo cual le llevó a codearse con lo más granado del mundillo cultural londinense y norteamericano, y cuya vida estuvo marcada por la compañía de un hombre para el que trabajó como manager en el teatro más importante de la época victoriana, el actor Henry Irving, famosísimo por sus papeles de Hamlet o Mefistófeles, una relación en la que muchos han visto de tintes homosexuales, pero en todo caso funesta al final para Stoker, pues cobraba tan poco que llegó al fin de su vida teniendo que pedir ayuda a sus amigos.

Ahora, la editorial Reino de Cordelia publica «Drácula. Un monstruo sin reflejo», una forma de conmemorar los «cien años sin Bram Stoker 1912-2012» y a cuya efémeride se une uno de los acontecimientos cinematográficos de la temporada: el estreno el próximo 16 de noviembre de la segunda parte de «Amanecer», de la inacabable saga «crepuescular», lo que significa la reunión en pantalla, de nuevo, de Robert Pattinson y Kristen Stewart (¿vuelven a ser pareja o es la promoción mundial del filme lo que les ha vuelto a unir a golpe de talonario?) a lo que se une el reciente anuncio del fichaje del veterano actor Rutger Hauer (¿le recuerdan como replicante en «Balde Runner»?) para su sexta temporada, en cuyo guión ya se trabaja y que se verá en las pantallas el próximo verano.

La clave está en las cartas
El editor de «Drácula. Un monstruo sin reflejo», Jesús Egido, recuerda cómo «un monstruo enterrado hace siglos, que sólo puede salir al amparo de la noche y teme los crucifijos y las hostias consagradas, un conde transilvano fétido y culto, contrata los servicios de una agencia inmobiliaria londinense en busca de la yugular femenina que le obsesiona desde que contempló una fotografía de su dueña». Ésta es Mina Harker, a la que su prometido Jonathan le envía unas cartas que son la médula de la novela, pues Stoker eligió el género epistolar para contar las andanzas de este joven abogado inglés que acude a los montes Cárpatos de Transilvania para cerrar unas ventas con el llamado conde Drácula. Un viaje que nunca debió hacer, pero que le convertiría a la vez en uno de los personajes principales del libro de Stoker. El resto de esta novedad editorial, repleta de fotogramas de películas, reproducciones de las ediciones de «Drácula» y dibujos –además, se añaden dos relatos, «El invitado de Drácula», del propio Stoker (en las primeras páginas el autor ya insinúa la seducción del vampiro. En un castillo decadente, un hombre cultivado, aristocrático y atemorizante acaba de franquear la entrada a un joven inglés con la frase clave: «Entre usted libremente y por su propia voluntad», y «Vampiro», de Emilia Pardo Bazán–, cuenta con colaboraciones tan destacadas como la de Luis Alberto de Cuenca, que hace una revisión bibliográfica de las traducciones españolas del clásico, la del crítico y teórico de la historieta Javier Alcázar, que proporciona «un repaso a los cómics de vampiros», la de la actriz Emma Cohen, quien habla de «los vampiros del cine español», o la del crítico de cine y literatura Jesús Palacios, que apunta «unas breves notas sobre vampiros y vampirismo en la literatura española e hispanoamericana».

Decálogo vampírico
Todos ellos abordan algo que, en propiedad, ya es inabordable: la influencia de ese mito en la cultura popular a lo largo de todo el siglo XX y lo que llevamos del XXI, especialmente desde «Drácula» (1897), pero antes, pues el vampiro literario nació décadas atrás, cuando algunos escritores se basaron en el folclore para pergeñar hombres sedientos de sangre humana, como «El vampiro» (1816), de John Polidori, secretario de Lord Byron.

Desde el comienzo, Stoker tuvo claras las características de su inmortal personaje; en el volumen, se transcribe un decálogo del vampiro; éste puede transformarse en lobo y en murciélago, reptar por las paredes y es capaz de controlar el poderío de las tormentas y otros fenómenos naturales, y de crear masas de niebla para ampararse en ellas. Además, posee una fuerza sobrehumana y el poder suficiente para doblegar a ser tan repulsivos como pelirosos, léase ratas, arañas o lobos.

En 1890, el naturalista Charles Darwin ofrecía el primer estudio sobre los murciélagos. Se dice que Stoker conoció ese trabajo, y su serie de lecturas se orientó en un momento dado por asuntos ocultistas, relatos de viajeros por lo que sería la actual Rumanía y en concreto sobre la región de Transilvania.

En ese mismo año, durante unas vacaciones en la localidad costera de Whitby, en Yorkshire, enfermo de gota, empezó a pensar en un personaje que en principio iba a llamar conde Wampyr, en una novela que tuvo como primer título «El no muerto». Algunos biógrafos dicen que Stoker, quien iba a dedicar siete años en escribirla, tuvo una revelación gracias a una pesadilla que sufrió tras cenar muy tarde cangrejos aliñados; el escritor soñó que un vampiro rey salía de su tumba para ocuparse de sus asuntos.

Mordaz y dotado
Un individuo lóbrego e imparable, surgido de la poética imaginación de un narrador del que no se recuerda ninguna otra obra. El traductor Óscar Palmer señala «la rica y compleja personalidad del auténtico Bram Stoker, un hombre atlético e industrioso, afable, mordaz y dotado de un espléndido sentido del humor». Trabó amistad con los escritores Walt Whitman y Mark Twain (fue a Estados Unidos para acompañar las actuaciones de Irving), y antes lo había sido de los padres de Oscar Wilde, cuya novia de juventud Florence, acabaría casándose con el propio Stoker.

Deportista potentísimo, pese a que pasó sus primeros siete años de vida enfermo en casa, estudiante sobresaliente en el Trinity College, funcionario del Estado, miembro del colegio de abogados Inner Temple y de la Sociedad Filosólica de Dublín, además de la esotérica Hermetic Order of the Goleen Dawn, Stoker se interesó por el psicoanálisis y por el hipnotismo; su vida privada fue un enigma: un biógrafo dice que después del nacimiento de su hijo desistió del sexo matrimonial, y otro asegura que era un tipo mujeriego y dado a la vida dispada porque Florence era frígida. En todo caso, murió de sífilis, la misma semana del hundimiento del Titanic, a los sesenta y cuatro años, pidiendo la incineración, tal vez para no verse en la tumba del conde que, mucho después, se aprovecharía de su sangre hasta adquirir una fama inmensamente mayor a la suya.

Con capa aristocrática
En 1922, el alemán F.W. Murnau llevó al cine la obra de Bram Stoker con otro título para no pagar los derechos a su viuda, «Nosferatu» (en rumano, «vampiro»); el actor encargado de dar vida al chupasangre fue Maz Schreck, y en la cinta el personaje era animalesco, muy lejano de la estética a la que estamos acostumbrados hoy en día. Una criatura abisal, desposeído del romanticismo y la pretenida elegancia que después se ha intentado dar al «no muerto». Más tarde, en 1931, Todd Browning realizó «Drácula», con Bela Lugosi como encarnación de un vampiro que volvía a la gran pantalla, pero barnizado con unos tintes aristocráticos, muy en la línea de la adaptación teatral que se había realizado unos pocos años antes. Al tremendo éxito del actor húngaro le seguiría el del británico Christopher Lee, que apareció en varios filmes en los años cincuenta y sesenta de Terence Fisher. Cabe señalar también el «Drácula» de John Badham (1979), con Frank Langella y Laurence Olivier como Van Helsing, el científico holandés que descubre el modus operandi del vampiro. Más rciente y existosa fue «Drácula de Bram Sotker» (1992), de Francis Ford Coppola, de tono romántico y decadentista.

 

La inspiración de «Carmilla»
Las intrigas de Sheridan Le Fanu, de una enorme intensidad, estaban perfectamente construidas. Era un maestro en la recreación de «atmósferas» y «efectos» dentro de un formato de misterio. La lectura de novelas como «Carmilla» sobre una mujer vampiro, de trama muy efectiva, influyó poderosamente en Bram Stoker para su «Drácula» (en la imagen). Carmilla fue escrita en 1872 como cuento corto y se publicó dentro de una colección, («In A Glass Darkly»): la vida de Laura se transformará tras la aparición de la enigmática y terrible joven de la historia.