Estreno

«Machete»: Un singular despropósito

«Machete»: Un singular despropósito
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Director: Ethan Maniquis y Robert Rodriguez. Guión: Álvaro Rodriguez y Robert Rodriguez. Intérpretes: Danny Trejo, Robert De Niro, Jeff Fahey, Jessica Alba. Duración: 105 min. USA, 10. Acción

El celuloide gastado de «Planet Terror» tenía una razón de ser: la forma quería acompasarse con el fondo. En el experimento «Grindhouse», que Rodriguez y Tarantino acometieron con la felicidad de dos cinéfagos que quieren hacerse viejos al ritmo de sus placeres culpables, había algo de oda al tiempo: era un proyecto que les convertía en seres cronológicos. Le ocurre lo contrario a «Machete», que Rodriguez, un poco atolondrado, ha transformado en una película anacrónica a voluntad. Excepto por el prólogo y los créditos, no hay aquí las erosiones corrosivas del tiempo: sólo el apetito «vintage» por hacer una «mexploitation» de acción a la antigua usanza, la de los 70, pero que parezca contemporánea, con ese look de vídeo de alta definición que tan mal pinta la nostalgia. De ese anacronismo brotan todos los problemas de la película: la falta de ritmo, el capricho de la acumulación, la insustancialidad de los guiños cinéfilos, los equívocos de un casting que no acaba de estar aprovechado (pienso en Don Johnson o en Steven Seagal, no en Lindsay Lohan).
Sobre los surcos del rostro de Danny Trejo la película funciona cuando éste dice: «Machete no envía mensajes de texto». Es la declaración hierática y autoparódica de un hombre que está satisfecho de su anclaje en el pasado. Trejo tiene las mejores líneas de diálogo de una película que habla demasiado, pero que se expresa mejor cuando las imágenes campan a sus anchas, liberadas de su raíz posmoderna. Es el caso de un intestino que hace las veces de liana. Los mejores filmes de Rodriguez son los episódicos («Sin City») o los bicéfalos («Abierto hasta el amanecer»), los que no están obligados a mantener un tono y una coherencia narrativas, los que se parecen más a ráfagas de metralleta que a música celestial. Aunque la llamada a la revolución latina parezca dar un propósito a este singular despropósito, a «Machete» la política se la trae al pairo: éste es un divertimento para los que no votan, o para los que ven a los republicanos como villanos de cómic que pueden cambiar de bando al primer disparo, cuando el vengador que ha hecho justicia ya se ha hecho mito. «Print the Legend», decía John Ford. «Pero, ¿para qué?», respondería Rodriguez.