Artistas

Heroínas en lo cotidiano por María José Navarro

El desempleo femenino se ceba con una generación todoterreno, pero sin oportunidades de demostrarlo

Conchi Márquez, Sonia Vega, Verónica Da Silva, con sus hijos Adrián y Aitana; Soledad Velilla y María Teresa Valdés
Conchi Márquez, Sonia Vega, Verónica Da Silva, con sus hijos Adrián y Aitana; Soledad Velilla y María Teresa Valdéslarazon

Este viernes, y mientras se conocían los datos de la EPA, en las guarderías molonas se ha celebrado Halloween. A mí no me miren que también me da cosica, porque a servidora la sacan de la Cabalgata de Flores de la Virgen de Los Llanos de Albacete y no hace pie, así que ojo, y a mí que me registren. La modernez, queridos, es celebrar Halloween incluso en las guarderías, que es que tiene la cosa percebes colgando. Mi amiga Erre lleva a su nena a una guardería (pública) que, desafortunadamente, también festejó la tontuna, así que los profesores propusieron a mi amiga Erre que la nena fuera vestida para la ocasión con algún disfraz. En la guardería, cada poco, hay fiesta temática, como si aquello fuera un crucero para solteros, de tal forma que, cuando ya llevas dos meses dejando a la nena en la guardería, te das cuenta de que la broma te sale bastante cara. Mi amiga Erre, aún no se lo he contado a Vds., está en el paro. Y como está en el paro y se le acaba en breve, compró unas vendas baratas y le hizo a su nena un traje de momia que quitaba el sentío. Porque mi amiga Erre, además de tener una nena (también Erre y que es, seguramente, la más preciosa del globo terráqueo), es una tipa dura de las que siempre vence a las dificultades, una de esas tipas duras rebosantes de ternura que siempre consiguen verle a la vida el lado que roza con la felicidad. Erre es periodista y filóloga. Pesa poco, sólo presume de chico y de niña y de familia y de amigos y de perro y es generosa, graciosa, listísima y todo el tiempo se hace de menos.

Hace unos años descubrió que el periodismo no es una profesión para mamás y que eso de la conciliación es una milonga que nos han vendido. Lo descubrió cuando se quedó embarazada a pesar del riesgo, a pesar de que sabía que nada iba a ser fácil, a pesar de tener que pincharse en la barriga todos los días, a pesar de todos los problemas que ella afrontó todos esos meses con una alegría contagiosa.

Dejó el periodismo y optó por la enseñanza (pública), para la que tiene una mano especial. No importaba cuántos kilómetros tuviera que hacer en el coche, ni la zona, ni el nivel del alumnado. Siempre la veíamos contenta, dispuesta a conseguir milagros entre los chicos, o simplemente, un poco de interés. Nada la paraba, ni siquiera algún episodio desagradable con algún estudiante que ella siempre compensaba con su ilusión. Está en el paro. Es una de esas mujeres bravas que está en el paro. Y yo hoy sólo quería contarles la historia de Erre y, sobre todo, decirle a ella que es mi heroína.

 

Las protagonistas
Conchi Márquez (30 años). Estilista
«Mi sueño frustrado es tener mi empresa»
Tiene 30 años y está en paro desde hace tres semanas. «Soy auxiliar administrativo, estilista y peluquera y en mi último empleo no me pudieron renovar por la crisis».

Sonia Vega (43). Cocinera
«¿Qué hago? ¿Me voy debajo de un puente?»
Cobra un subsidio de 480 euros, vive con su hijo de 19 años y se siente «una desgraciada»: «¿Me voy debajo de un puente? No llego a fin de mes y casi tengo que pedir».

Verónica Da Silva (24). Auxiliar de odontología
«Hoy por hoy, trabajaría de lo que fuera»
En paro desde julio de 2009, tiene dos bebés: Adrián (21 meses) y Aitana (3 semanas): «Antes de que se extinguiera mi contrato me quedé embarazada y no me renovaron».

Soledad Velilla (65). Mantenimiento
«Como esto siga así, nunca me jubilaré»
«Tuve mala suerte de estar en contratas que me engañaron, coticé por 8 años cuando trabajé 12 y no tengo derecho a jubilación», se lamenta.

Teresa Valdés (52). Economista y enfermera
«Los hombres tienen más posibilidades»
María y su marido están en el paro y su hijo, de 21 años, acaba de conseguir un trabajo en un supermercado. «Viendo el panorama, no tengo esperanza».