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Dos «ossies» al frente de Alemania
Tres candidatos y un sólo ganador. La Asamblea Federal elegirá hoy al pastor protestante Joachim Gauck nuevo presidente de Alemania. Poco podrán hacer sus dos rivales, Beate Klarsfeld y Olof Rose frente a Gauck, candidato de consenso pactado entre el Gobierno de centro derecha y la oposición socialdemócrata-verde.
A sus 72 años, este teólogo y disidente político de la extinta República Democrática Alemana reúne las cualidades para devolver a la institución presidencial el prestigio perdido tras los escándalos de corrupción que salpicaron a su antecesor, el democristiano Christian Wulff, que dimitió el 17 de febrero.
La prematura marcha política supuso un duro golpe para Angela Merkel, que tuvo que dar su brazo a torcer y aceptar al candidato que ya rechazó en 2010 presionada por sus socios liberales, que amenazaban con abandonar el Gobierno de coalición. La elección de Gauck representa un cambio histórico en el reparto de poder en Alemania. Doce años después de la reunificación, dos alemanes nacidos en la RDA –conocidos popularmente como «ossies»– ostentan los dos principales cargos políticos del país.
Por primera vez, los políticos cristianos y del sur son relegados a un segundo plano por dos dirigentes protestantes procedentes del este. Tanto Merkel como Gauck se criaron en la Alemania comunista. Él apoyó la revolución ciudadana desde su parroquía de Rostock, mientras que ella, hija de un pastor protestante, entró en política una vez que cayó el Muro de Berlín.
Pese a sus semejanzas biográficas, el carácter de Merkel y Gauck no puede ser más diferente. La canciller ha construido su liderazgo a base de pragmatismo y negociación. Por el contrario, el futuro presidente federal es un carismático pastor protestante que prima la libertad por encima de todas las cosas. Su independencia política le permite hablar sin pelos en la lengua. «Gauck toca en una forma en que Merkel no puede», comenta Gerd Langguth, analista político de la Universidad de Bonn y biógrafo de la canciller. «Él es un protestante alegre.
Ella, en cambio, es una protestante diligente». Gauck, que se define políticamente como un «liberal conservador y de izquierdas», ha tachado de «tontorrón» el movimiento de los «indignados», ha criticado la guerra de Afganistán o ha alabado el «coraje» del economista Thilo Sarrazin, que en un libro publicado en 2010 vinculaba la inmigración con el bajo rendimiento del país. Un aperitivo de lo que le espera a la clase política alemana.
De ahí que muchos analistas ya apunten que la incontinencia verbal de Gauck puede convertirse en un auténtico dolor de cabeza para Merkel y los partidos que lo auparon a la Presidencia. Según Norbert Robers, un biógrafo del teólogo, «Gauck será incómodo para Merkel porque no es miembro de un partido y no se sentirá atado por obligación partidaria alguna». «Esta independencia y la libertad que da puede ser desagradable para los políticos», explica Robers.
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