Sevilla
OPINIÓN: Feria y salud
Con la prohibición que se viene de fumar en las casetas de la Feria, la triste realidad prohibicionista imitará al ingenio popular: «Aunque uno no sea aficionado a los toros, va a haber que comprarse una entrada de barrera para poder calzarse un puro», ironizaba la calle en la primera semana de enero. Pues ni eso, porque algunas plazas importantes (Illumbe, La Misericordia de Zaragoza, Vistalegre…) son cubiertas y en ellas está por tanto vedado el consumo de tabaco. Como venga otra primavera lluviosa, a ver si no se le ocurre a ningún maestrante techar lo suyo y jode del todo la marrana. Desde un distanciamiento intelectual, bien está que ese reducto del tercermundismo que es que el Real se amolde al siglo XXI. Pero podría haberse empezado por detalles mucho más insalubres que el cigarrillo, pues no termina uno de ver claro cómo incide en el incremento del cáncer de pulmón la exposición al humo durante los cinco días que dura la fiesta. Por ejemplo, podrían escrutar los inspectores sanitarios la calidad de las bebidas alcohólicas con las que se envenena a los feriantes o preocuparse por la salubridad de los cuartos de baño; y de camino, deberían echarle un vistazo las autoridades laborales al tipo de contrato, si es que tienen, u horarios que padecen los trabajadores eventuales. Pero no son preocupaciones incluidas en el nuevo catecismo progre.
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