Huesca
Ricos ricos
Hoy hace exactamente un mes desde que setencientos millones de euros decidieron ir a parar a un pueblo de Huesca llamado Grañén. El 58.268 tuvo el capricho de venderse en la administración número 1, propiedad de Pilar y Fortunato, en el cogollo del municipio de los Monegros del mismo nombre, una zona agrícola en desarrollo gracias al regadío. Lo de los Monegros tiene tela. Podría parecer que los Pirineos de las aristas fueran lo más duro, pero todo el mundo sabe que es al contrario, que ese desierto sobre la planicie exige demasiado porque la nieve se empeña en agarrarse al valle como una garrapata . Grañén tiene dos mil habitantes, un colegio, un instituto, varias pedanías y un alcalde joven con una doble ingeniería que cada poco se pregunta si ha merecido la pena el cambio. Allí se quedó la matriz del número premiado, pero fueron las amas de casa de Sodeto las que imprimieron participaciones de cinco euros y las encargadas, sin saberlo, de sembrar la comarca de esperanza para resolver situaciones límite. Desde lejos, puede que uno imagine que los nuevos ricos (con acento de Marianico El Corto) ya pasean sus cochazos haciendo rugir los motores diciendo «míalo como acelera», pero de cerca, en Grañén, lo que pasea es gente sensata que sabe que el alegrón llega para evitar embargos, pagar «prestamicos» o poner doble ventana en el salón hasta que los hijos encuentren trabajo. Los coches nuevos son pocos, poquísimos, y para estrenar tractor tendrá que llegar la lluvia, que es el verdadero gordo que cambia también la vida. Los aragoneses son así, y Dios quiera que, como se acaba de demostrar, no pueda con ellos ni un espejismo millonario.
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