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«La crisis me ha llevado a tener que malvivir en la calle»
Los servicios sociales de Barcelona están saturados por la creciente presencia de gente en extrema pobreza
BARCELONA- No quiere revelar su identidad. Tiene 37 años, es de Rumanía y duerme cada noche en un cajero de la Ronda General Mitre de Barcelona. Viste un chándal de marca y unas zapatillas de deporte color naranja, que posiblemente alguien donó a la parroquia al quedarle pequeñas. Huele a limpio, camina cabizbajo y en sus ojos azules ya no cabe la esperanza. «La crisis me ha llevado a esto», chapurrea en español. «No tengo trabajo, no tengo familia, no tengo nada y encontrar algo está muy difícil», explica sentado en un banco en la entrada del Centre Obert Heura.
Anochece en la Ciudad Condal y una veintena de «sin techo», la mayoría hombres, de 40 a 60 años, pasan la tarde jugando al dominó en el local que el Centre Obert Heura tiene en el barrio de Gràcia para personas en riesgo de exclusión social severa. Unos charlan, otros acaban de saborear su merienda-cena y otros simplemente se sientan y miran. Es quizás el único momento del día en que muchos de ellos dejan la fría calle para sentirse acompañados, es el único instante en que no están solos.
«Está todo saturado»
Juan hace cola para ir al baño. «Si me hubieras visto hace un año, no te lo creerías, daba pena. He vivido mucho tiempo en la calle, pero ahora tengo una habitación y he conseguir salir», dice orgulloso. Su bigote canoso, en un rostro recién afeitado, deja entrever una sonrisa a la que faltan la mayoría de sus dientes. «Antes no vivía, malvivía en la calle», asiente este hombre, de 51 años, al que le gusta hablar de política y estar al corriente de la actualidad. «Está todo muy mal y los servicios sociales saturados», afirma mientras se abrocha el último botón de su camisa negra.
«Yo nunca había visto Barcelona como está ahora, hay mucha inseguridad, sobre todo por las noches, se ha acumulado gente en la calle y no se da abasto», explica Juan, que ha dejado atrás su carácter reservado.
El Centre Heura abre sus puertas desde las 17.00 horas hasta las 20.00. Los lunes, miércoles y jueves hay servicio de duchas y ropero, los martes y los viernes talleres y merienda donde se trabaja más las relaciones personales con los usuarios.
«Aquí cada uno tiene sus problemas, su vida», comenta Juan. «A mí la vida no me ha sonreído, mis padres se divorciaron, mis abuelos murieron, he tenido muchos problemas familiares…las cosas vienen como vienen», recuerda ahora serio, con un tono de voz bajito y con los ojos enrojecidos.
Lluís María es voluntario desde hace 7 años. Cada viernes se acerca a este local, que se esconde detrás de la parroquia de Josepets en plaza Lesseps para echar una mano, repartir comida, jugar a cartas o simplemente escuchar. «La crisis se nota. Hace siete años era más tranquilo, venían unas seis o siete personas al día. Sin embargo, desde hace un par de años hay más gente de la que podemos atender», dice el voluntario de 48 años, profesor de Bachillerato. «Hoy han venido 50 usuarios, 48 hombres y dos mujeres, cuando nuestra capacidad es de 35», especifica mientras Florín pide una manta para protegerse del frío.
«La situación la veo muy mal, está todo cada vez peor y de aquí a diez años seremos el triple», dice José Antonio, antes planchista y pintor. «Al menos aquí es una pequeña familia donde tengo a buenos amigos», comenta mientras se aleja cojeando para recoger una estrella que ha caído del árbol de navidad. Le observa David, que a pesar de su cara de adolescente y sonrisa pícara acaba de cumplir 43 años. No habla con nadie, su timidez viene dada porqué sufre una enfermedad mental. Desde 2008 vive en la calle.
«De hambre no mueres, pero la soledad puede matarte», dice Olga, educadora del centro, tras despedirse de Gabriel, un chico rumano que vuelve a su país tras largos meses sin trabajo y tratando de sobrevivir en la calle. «Aquí lo que más tratamos es el vínculo con las personas, para que sienten el calor de un hogar, de una pequeña familia y poco a poco reconstruyan sus vidas y recuperen su dignidad», dice esta experta tras años trabajando en Heura.
«Ahora está todo colapsado, los albergues están a tope», dice Olga. «Hay cada vez más gente, antes eran más inmigrantes y ahora hay más autóctonos. Hay mucha gente necesitada que estaba en una situación normalizada, pero de repente les falla una pata del taburete, la económica, y caen. La línea que nos separa de un lado a otro es muy fina y frágil», describe mientras cierra las luces del local ya vacío.
La ciudad de Barcelona ha hecho un esfuerzo importante en los últimos años y ha priorizado los equipamientos para personas sin hogar. Sin embargo, la administración no llega a todo y el papel de las entidades es primordial. Por ello, en noviembre de 2005, en el marco del Acuerdo Ciudadano para una Barcelona Inclusiva, se creó la Xarxa d'Atenció a les Persones Sense Sostre (Xapss) y el Ayuntamiento de Barcelona se unió a 27 entidades sociales para trabajar de forma conjunta y fortalecer la capacidad de organización de la ciudad para acompañar a las personas sin hogar y en riesgo de exclusión.
El Centre Heura, la Fundació Arrels y Cáritas, así como la Orden Hospitalaria de Sant Joan de Déu, la Comunidad de San Egidio o Cruz Roja son algunas de las entidades que forman parte de esta amplia red público-privada que atiende diariamente a indigentes. Todos ellos llevan a cabo acciones de atención diurna o nocturna, alimentación, ropa, higiene, apoyo psicológico o talleres ocupacionales para estas personas en situación de vulnerabilidad extrema sobrevivan.
Las cifras de la Xapss de los últimos años muestran un aumento de este colectivo. El 12 de marzo de 2009 se contabilizaron a 1.067 personas, 909 hombres y 136 mujeres, que habían utilizado los servicios diurnos, mientras que el mismo día de 2010 fueron 41 personas más (1.108, 961 hombres y 118 mujeres). Referente a los servicios de acogida nocturna, en 2009 se contabilizaron 835 personas y 842 en 2010.
Unas 827 camas en albergues
El último recuento global que se realizó en la ciudad de Barcelona fue en 2008 y se contabilizaron 1.800 personas sin hogar. De éstas, 634 dormían literalmente en la calle, sobre todo en el Eixample y Ciutat Vella. Unas 900 pasaban la noche en albergues y el resto en asentamientos. Durante el primer trimestre de 2012 se darán a conocer las cifras del recuento que se llevó a cabo el 9 de noviembre de este año llevado a cabo por más de 750 voluntarios.
El Ayuntamiento de Barcelona ha ido aumentando progresivamente el número de plazas en pisos y albergues para personas sin hogar. A día de hoy cuenta con 827 camas en albergues y 193 en habitaciones. «Tanto entidades como Ayuntamiento hemos ido creciendo en plazas en pisos, ya que son el lugar ideal para que estas personas recuperen su autonomía personal, los albergues han de ser de un lugar de tránsito en el que pasen poco tiempo», explica el portavoz de la Fundació Arrels, Ramón Noró.
Más camas en los albergues
Cuando las temperaturas bajan hasta los cero grados, el Centro de Urgencias y Emergencias Sociales del Ayuntamiento de Barcelona activa la operación de emergencia en la que algunos equipamientos municipales amplían sus plazas de noche. Además se habilitan más espacios con camas, servicios de higiene y desayuno. También, los voluntarios recorren las calles para comunicar a las personas sin hogar de la posibilidad de ir a los centros. «A veces el hecho que haga frío es una buena oportunidad para que algunos indigentes dejen la calle y empiecen a tirar hacia delante», explican desde la Fundació Arrels. Desde Cáritas consideran que en una situación como la actual «no hace falta que haga frío para ampliar la atención a este colectivo y augmentar el número de camas en albergues».
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