Artistas

Una señora

La Razón
La RazónLa Razón

Soy más antiguo que el tranvía de Arturo Soria y me irrita que una señora sea humillada y maltratada. No me refiero a una mujer, sino a una señora que ha adquirido esa condición no sólo por nacimiento sino por su trayectoria a lo largo de su vida. Escribo de María Teresa Rivero, señora de Ruiz-Mateos y madre de una camada de hijos interminable. Es la presidenta del Rayo Vallecano, y el pasado miércoles fue insultada y vejada por la desmemoriada afición del equipo de Vallecas. Del estadio del Rayo desapareció su nombre, y fue recibida con agresiva hostilidad.

Veinte años atrás, el Rayo Vallecano estuvo a punto de desaparecer. A un paso. Se veía obligado a jugar con la luz del día y sus jugadores, así como los del equipo adversario, no podían ducharse en los vestuarios. Le habían cortado al club, por reticente impago, la luz y el agua, y sus empleados llevaban meses sin cobrar. Con la entrada al club de la familia Ruiz-Mateos se solucionaron todos los problemas, y gracias a su gestión, ahora protestada por la situación que atraviesa –saldrán adelante–, Nueva Rumasa, el Rayo Vallecano ha tenido veinte años más de vida.

La ingratitud es muy mala compañera. Se entiende el nerviosismo y la preocupación de una afición formidable. Pero no se comprende su colectiva mala memoria. Y sobran los insultos, los desprecios y la mala educación. María Teresa Rivero, no sabía nada de fútbol cuando aceptó, en nombre de su familia, la presidencia del Rayo. En muy poco tiempo, se convirtió en el alma del club, con sus presencias apasionadas, sus protestas, su marcada decepción con las derrotas y su alegría contagiosa cuando el Rayo marcaba un gol. El Rayo ha estado en Primera División, en la Segunda y hasta en Segunda B con los Ruiz-Mateos, y ahora se encuentra en una posición envidiable que puede llevarlo de nuevo a Primera , lo que garantizaría su supervivencia. Lo que antaño eran elogios, hogaño son insultos. Pero en las últimas dos décadas el Rayo Vallecano se ha mantenido porque así lo decidió una familia de la que María Teresa Rivero representa su fuerza fundamental. Lo demostró cuando su marido fue asaltado por el Gobierno socialista en 1983 y todos sus hijos se cobijaron en su fortaleza. Después se hicieron muy buenos negocios regalando a los amigos del Gobierno los bienes expropiados. Pero ella siempre ha estado con los suyos, a las duras y a las maduras. De muy poco, Ruiz-Mateos y sus hijos levantaron otro imperio, que pasa por graves problemas, como tantas empresas españolas. Pero ha vuelto a crear diez mil puestos de trabajo. No tengo idea de empresa ni de economía, pero entiendo por lo que he leído, que el activo es muy superior al activo, y que el tiempo y la buena voluntad pueden enderezar el rumbo de su proyecto. Pero con independencia de ello, lo que no se puede tolerar es la grosería con una mujer que ha sostenido con su presencia y el dinero de su marido un club quebrado y destinado a desaparecer. No se merece la grosería, ni el desprecio, ni el furor forofo, ni la descortesía de ver su Estadio privado de su nombre. Sin los Ruiz-Mateos, el Rayo sería en la actualidad un viejo y triste recuerdo.

Lo que necesita el Rayo es ánimo, paciencia y unión. Ahí está, a un paso de volver donde solía. No lo estaría de haber desaparecido hace veinte años. Otros equipos no tuvieron la misma suerte. María Teresa Rivero ha acertado y se ha equivocado. Pero su paso por el Rayo no puede seguir o concluir entre gritos forajidos. Merece el respeto por lo que es. Una señora.