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Yo acuso
Esta obra del muy célebre en su época y hoy olvidado Upton Sinclair (1878-1968), de larga trayectoria y aspirante a político sin éxito, cabe considerarla su obra cumbre. Tanto por sus méritos literarios como por su incidencia social. El autor de Baltimore, socialista moderado y anticapitalista, llevó sus sueños de reformar la vida laboral americana a sus novelas, como en «El rey carbón» (1917), sobre el poder de las compañías carboneras, o «¡Petróleo!» (1927), acerca de las corruptelas en torno a una reserva petrolera.
En «La jungla», tal sueño se hizo realidad, pues, al denunciar en ella la explotación de los obreros y la insalubridad de las tareas que, por encargo de un periódico, vio en los mataderos de Chicago en 1904, se dispusieron leyes que regularizaron la industria alimentaria después de que el presidente Roosevelt se entrevistara con el escritor en la Casa Blanca. Sinclair destapó injusticias y tumbó la utópica idea de Estados Unidos como tierra de las oportunidades. Siguiendo los pasos al inicio de una familia lituana, habla de cómo «algunos días de experiencia les habían bastado para comprender claramente que este país de salarios elevados era también de precios caros, y que el pobre era tan pobre en América como en cualquier otra parte del mundo». Un desencanto que contextualiza César de Vicente en un prólogo que analiza bien esta «novela proletaria».
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