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Artistas por Ángela Vallvey
El payo que vino a cambiarte la ventana de la cocina y dijo que él no hace facturas porque no le sale del soplete: un artista. La muchacha que surgió del Este, que te ayuda con las tareas de la casa una vez por semana, y que desde el primer día –hace ya siete años– te advirtió de manera tajante que de su Seguridad Social y el resto de sus «papeles» se encarga ella: una artista. El que vino a arreglarte el parquet del salón, que primero dijo que sería una chapucilla de nada y acabó dándote un crujido de tres mil euros (todavía te despiertas gritando) pero al final resultó que no podía hacer facturas porque llevaba cuatro años jubilado («se "los"juro, señor juez», que dirían Gabinete Caligari): ése era también un artista. El taxi pirata al que subiste el otro día y cuyo conductor –borracho a las 7:30 del lunes– te llevó a tu destino porque los milagros existen: no, ese capullo, no, leches, no, no hacía factura, legal al menos, aunque el tío era un artista. La señora tan simpática que te estrecha la cintura de los pantalones nuevos y que ni siquiera sabía que hubiese que hacer facturas: una artista. El albañil extranjero sin papeles (de IVA): un artista. El de tu pueblo que te hizo una mudanza que te costó una depresión: un artista. El psicoespecialista al que llevaste a la niña porque le daban mareos: un artista… España está llena de artistas. Yo creo que la Agencia Tributaria se refería a estos y otros artistas parecidos cuando anunció, en días pasados, su nuevo plan de lucha contra el fraude fiscal poniendo «el punto de mira» (¡guau!) en los artistas.
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