Alfonso Merlos

Involución y ridículo

La Razón
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¿Se han percatado los socialistas de que más de cuatro millones de españoles les han abandonado? ¿Son conscientes de que otros tantos compatriotas respaldan su proyecto con la nariz tapada o mirando hacia otro lado? Decía Tarradellas que lo único que no se puede hacer en política es el ridículo, y el PSOE está sentando las bases para hacerlo, y a lo grande. Y mucho están contribuyendo pseudoaforismos cursis y vacíos del tipo «la democracia siempre le sienta bien a este partido» o «cuando a este partido le va bien, a España le va bien». Pura filfa.
Pase lo que pase, del cónclave sevillano emanan ya tres conclusiones indubitadas. La primera, que la precipitación y la esquizofrenia tras la derrota del 20N en absoluto han ayudado a la apertura de un debate real de ideas en la izquierda. La segunda, que la futura amazona o el futuro mandarín del puño y la rosa seguirá siendo presa de las onerosas inercias del felipismo y los patéticos vicios del zapaterismo. La tercera, en el fondo la más determinante y decepcionante, que en el corto plazo este país no va a tener la oposición que merece.
Un apparatchik o un juguete. La burocracia o los fuegos artificiales. Lo excesivamente pesado o lo insoportablemente leve. Es frustrante que cuando una nación necesita más que nunca no sólo de un gobierno fuerte sino de una oposición con visión de Estado se tenga que encomendar a liderazgos plomizos o ínfimos. El socialismo cambia de chófer. Salvo sorpresa mayúscula, lo tiene todo de cara para terminar con el coche de nuevo en la cuneta.