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El balón en el tejado de ETA por Jesús María Zuloaga
El hidrólogo y «batasuno» Iñaki Antigüedad anunció ayer al registrador de la propiedad y, desde hoy, nuevo presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que «Amaiur y el PP están condenados a entenderse». Le faltó decir, sí o sí. Es verdad que este individuo es de Bilbao y que los que hemos nacido en esta entrañable ciudad vasca y española tenemos fama de fanfarrones. Pero cuesta creer que, en un asunto tan delicado, vaya de farol. ¿Cómo está tan seguro de que el entendimiento va a producirse? Son conocidos los métodos de «convencimiento» que ETA y su entramado han utilizado a lo largo de su siniestra historia, por lo que habrá que estar muy atentos y actuar con toda la prudencia posible.
O Antigüedad es un lerdo, que no lo parece, o traía del País Vasco una información equivocada. Rajoy, en una brillante y contundente intervención, se ocupó de desmentirla. Alguien le debía haber dicho que el siguiente paso del «proceso» pasaba por el Hemiciclo del Congreso de los Diputados y que, dada su condición de experto en aguas, no sólo iba encontrar un manantial de concesiones, sino que el registrador de la propiedad las iba a certificar una por una. Craso error. Antigüedad, fiel a su apellido, debe ser uno de los últimos que se ha enterado de que el Partido Popular ha ganado las elecciones. Lo que se pactara, antes de los comicios, con socialistas y nacionalistas, es papel mojado, material tan averiado como el supuesto cese definitivo de las actividades de ETA, que hasta el socialista Jesús Eguiguren y el nacionalista Josu Erkoreka advierten de que no es irreversible.
Al hidrólogo le debió sonar como un aldabonazo la afirmación del registrador de que «ni él ni España les deben nada». Tan encerrados están los proetarras en su ambiente y en su tierra, mientras leen y escuchan lo que les deleita, convencidos de que toda España y parte del extranjero se han tragado lo del final de ETA, que sólo aceptan el sí por respuesta.
Después de una, se supone, profunda reflexión, a Antigüedad no se le ocurrió otra cosa, cuando le preguntaron los periodistas: Rajoy ha hablado como ministro del Interior y no como estadista. Por si faltaba algo, dijo que los gobiernos democráticos de España no tienen las manos limpias. No se le veía muy satisfecho de su estreno parlamentario.
Todos somos dueños de nuestros actos, incluso de nuestros ridículos, pero los que militan en organizaciones del entramado de ETA están sometidos a una disciplina, que conlleva la autocrítica y las explicaciones cuando las cosas no salen bien.
Los cabecillas de la banda se han mantenido, hasta ahora, expectantes y se han limitado a contemplar cómo Batasuna manejaba el «proceso». Con los socialistas en el poder, y el apoyo de los nacionalistas, iba sobre ruedas, pero ahora el guión ha cambiado y tratarán de retomar la iniciativa.
Saben que, tras la participación de Amaiur en el Pleno de Investidura, han dado un paso en falso, sin una estrategia correcta, y que el balón ha vuelto rebotado a su tejado. Rajoy se lo ha dejado claro: disolución irreversible. Mientras tanto, cumplimiento de la Ley.
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