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La Razón
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Los «correbous» catalanes se han salvado gracias a los votos de una parte de la bancada parlamentaria del PSC-PSOE, la misma parte de la bancada que votó contra las corridas de toros. La falta de unidad de criterio respecto al mundo taurino ha instalado en Cataluña ese doble rasero para medir la misma cosa. O tal vez peor. Me explico. El toro, como animal especialmente criado para la lidia, sufre a ojos de los animalistas, toda suerte de hierros y lances que le templan hasta su muerte, donde, no olvidemos, los toreros, en pie de igualdad, también mueren. Al final, la carne del astado va a las carnicerías para el consumo humano. en los «correbous», el final del toro también es el estofado de rabo o las orejas a la brasa, bien con un disparo en la frente o a cuchillo, como hacen algunos profesionales de la venta de carne. El toro muerto, en uno y otro caso, y a la barriga. Pero a diferencia de este último, en la lidia al toro se le trata con dignidad, se le da la vuelta al ruedo y, en ocasiones, hasta se le indulta en medio del aplauso general, público en pie y comentarios sobre su casta. En los «correbous», por el contrario, el toro sufre toda suerte de humillación, pierde su dignidad y es vapuleado, pinchado, pateado y quemadas sus astas en lo que se llama el «toro embolado», o «toro de fuego». El animal bravo pierde toda su cordura hasta casi enloquecer, mientras es vejado y tratado como una vulgar cucaracha. Existen las dehesas gracias al toro bravo, el toro de lidia, y existe la migración de aves en toda Europa porque España es su refugio durante el invierno. Llegan desde la estepa siberiana y desde las montañas próximas al Himalaya a los pastos que les procuran las dehesas donde el vive el toro bravo, sin cuya presencia, hoy serían campos de golf. Los judíos que fueron rescatados de los centros de exterminio explicaron a sus libertadores que habrían preferido la muerte a la humillación, la violación y o su cremación. Eran seres humanos, que acabaron convertidos en pastillas de jabón. El Parlamento catalán ha incurrido en una grave ofensa a todos, especialmente, a los catalanes, a quienes ha tomado el pelo. Un animal maltratado de verdad es el que muere entre burlas. El toro también tiene su dignidad por muy animal que sea, y posiblemente alguna más que esos listos interesados que legislan sobre ellos, expertos en el engaño y, casi siempre, tan animales como los propios animales.