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Errores del PP por Ángela Vallvey
Las manifestaciones de Valencia en días pasados dejaron en evidencia sensibles errores del PP: los manifestantes, pese a su diversa procedencia (estudiantes, jubilados, «indignados», profesionales del jaleo callejero, éste, el otro, Maroto y el de la moto que pasaba por allí) han demostrado estar mejor organizados que el Gobierno. O Rajoy les pone «wassup» a sus ministros y autoridades para que se comuniquen entre sí, o va aviado. La falta de comunicación se tradujo en que casi todos reaccionaron tarde, mal o de forma contradictoria. La «derecha» no tiene por costumbre coordinar sus discursos y movimientos. Al contrario que la izquierda, cuyos políticos salen por la mañana de casa con el argumentario del día recibido a través de SMS desde la sede del partido, los del PP son electrones libres de un átomo que se debate entre la explosión, la implosión y la nada. Los conservadores, salvo honrosas e ilustradas excepciones, tampoco han leído a Lenin porque piensan que en la vida hay cosas más importantes que hacer. Seguramente, tienen razón: la vida es corta y Lenin escribió muchísimo, pero cuando uno se dedica a la vida pública está obligado, no sólo a leer a Lenin, sino a estudiarlo. No tanto con el objetivo de aplicar sus principios –claro–, como de compartir «sabiduría» política. Además, hasta el último publicitario moderno, al contrario que los del PP, conoce los principios de Goebbels, aquel infame nazi experto en propaganda. Están resumidos incluso en la Wikipedia, y uno de los fundamentales proclama que la propaganda debe ser planeada y ejecutada por una única autoridad que emita directrices, las explique y supervise, en vez de fiarla a un montón de versos libres que se refuten unos a otros.
En fin.
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