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Paso por Ormuz

La Razón
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Las amenazas del régimen de Teherán de impedir el paso por el estrecho de Ormuz, cuyas aguas comparte básicamente con Omán, han venido acompañadas de maniobras con misiles de corto y medio alcance que revelan la capacidad militar de Irán. Suponen un paso más en la escalada a la que venimos asistiendo y que tuvo una expresión muy significativa en el asalto a sedes británicas por «estudiantes» iraníes hace poco tiempo. El trasfondo de esta situación no es sólo el desarrollo del programa nuclear sino, también, las profundas discrepancias en el modo de entender las relaciones entre Irán y los países occidentales y, al final, expresa la voluntad de Irán de asegurarse una posición de poder en el Próximo Oriente, ahora que se tambalea el régimen sirio y que Irak se encuentra en una situación muy delicada. Los intereses geoestratégicos y económicos están en la base, de los acontecimientos que estamos viviendo, pero no debemos olvidar que Ormuz es un estrecho utilizado para la navegación internacional y que su uso se rige por normas bien asentadas del ordenamiento internacional. Los derechos de los estados ribereños de un estrecho de esta índole tienen limitadas sus competencias y no pueden disponer libremente en materia de libre navegación por sus aguas. Es una cuestión de legalidad internacional. Irán no puede impedir el paso inocente por el estrecho de Ormuz sin violar normas bien consagradas en el Derecho del Mar y sin que, por ello, se exponga a ser destinatario de sanciones por parte de la comunidad internacional y, también, a las reacciones de todos aquellos estados a cuyos buques se les impida el ejercicio de sus derechos. La distinción entre «paso en tránsito» y «paso inocente» resulta irrelevante cuando se pretende obstaculizar, mediante la fuerza, el libre tránsito por las aguas de un estrecho internacional que se realiza de manera rápida e ininterrumpida y que no conlleva ninguna amenaza o peligro para los estados ribereños. Ni la integridad territorial de Irán ni su independencia política se ven amenazadas por el tráfico internacional de los petroleros por el estrecho de Ormuz. Ahmadineyad debe recapacitar, pues no está reconocido en leyes internacionales el control absoluto por un estado ribereño de un estrecho internacional y, de hacerlo, crearía un precedente de consecuencias imprevisibles. Los pasos que está dando Irán en la afirmación de su posición geoestratégica son preocupantes. Sus conductas revelan otro modo distinto de entender las relaciones internacionales al que han concertado la inmensa mayoría de estados. Ormuz puede constituirse en un símbolo. Sólo la libre navegación en el ejercicio inocente de paso por este estrecho es lo que garantizaría que Ormuz fuera un símbolo de concordia y entendimiento.