Cine

Los Ángeles

Un «show» de mil demonios

Daniel Stamm viaja al sur de EE UU en «El último exorcismo»

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Como cada habitación de la casa del terror, el subgénero de las posesiones tiene sus códigos: niñas adolescentes, vomitonas asquerosas, camas y curas. Daniel Stamm no los elude, pero propone en «El último exorcismo» un viaje diferente, a los pantanos del sur de EE UU, protagonizado por un sacerdote con más sentido del márketing que convicción en lo que hace. Stamm habló del filme con LA RAZÓN en el pasado Festival de Sitges. Cuenta el cineasta que, aunque el formato de falso documental le vino dado cuando se sumó al proyecto –«yo había rodado una película en un estilo similar y les había gustado»–, a él le encantó la idea: «Me gustaba poder situar al espectador en una posición vulnerable, ya que en una película normal existe una especie de cuarta pared que lo protege de lo que sucede en la historia. Aquí es como si la hubiéramos demolido y de repente los actores miran a la cámara, o sea, al espectador, y éste ya no puede esconderse. Eso hace que sean conscientes de que lo que ven en la pantalla no es más que una pequeña parte de los 360 grados a su alrededor». Y ríe el director alemán, afincado en Los Ángeles, sobre el hecho de que no parezca una película rodada en Hollywood: «Nuestro mejor truco ha sido venderle a los americanos una película de autor europea sin que se den cuenta».

Como un falso documental

El protagonista, el reverendo Cotton, no cree en lo que hace, pero se encontrará con una situación que no esperaba. Explica Stamm que «todo lo que se dice en el filme sobre los exorcismos es cierto, como el hecho de que se están llevando a cabo más hoy en día que nunca. Siempre pensé, antes de investigar, que su edad dorada sería el Medievo. Pero es hoy, y ocurre en todas las religiones en el mundo». Y añade: «Independientemente de que creas o no en Dios o el diablo, son malas noticias, porque implica que el demonio se está haciendo fuerte, o, si no crees, que se están multiplicando el número de fraudes».

La película retrata también el fundamentalismo religioso de la América más profunda: «Para mí, ésa es la historia principal. Pero era importante no convertir el filme en una defensa de lo que yo creo. Traté de que viajaran juntas las dos fuerzas, ciencia y religión, por un mismo camino hasta hacerlas chocar». Y añade: «Lo importante era que ambas tuvieran sus argumentos justos, inteligentes y equilibrados. El espectador es lo suficientemente listo para extraer sus propias conclusiones. Además, yo lo veo como una metáfora de todas las religiones, no hablo sólo del cristianismo».