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Lecciones de la crisis siria por Daniel Pipes
Unas cuantas ideas sueltas en torno a la política estadounidense con motivo de la ocasión del recién finalizado encuentro internacional de «Amigos de Siria» que tuvo lugar el pasado viernes en Túnez. Desde el final de la Guerra Fría, a muchos estadounidenses les ha quedado la impresión de ser tan fuertes que no les hace falta pensar en su propia seguridad, sino que pueden permitirse hacer hincapié en las necesidades humanitarias inmediatas de otros.
Esto conduce a una política exterior norteamericana sentimental que interpreta la guerra como «labor humanitaria» en el seno de la cual el bienestar de poblaciones con una trayectoria reconocidamente mala como aliados estadounidenses (afganos, iraquíes, libios, sirios) puede tener preferencia sobre los intereses nacionales.
De hecho, los intereses norteamericanos divergen con frecuencia de los intereses de las poblaciones de Oriente Próximo. Por ejemplo, como señalé hace seis años: «Mientras los terroristas suníes pongan sus miras en los chiíes y viceversa, los no musulmanes tienen menos números para salir heridos».
Este enfoque se podría aplicar a la crisis de Siria. Es una buena noticia que la abominable dinastía Asad esté tocando a su fin. Más vale «lo bueno conocido» que otro régimen más totalitario que oprima a su población, amenace a los vecinos y brinde apoyo crucial a los mulás de Teherán.
Dicho eso, personalmente soy partidario de la política norteamericana de no intervención. La política de dejar que los acontecimientos marquen el paso en Siria. Mientras el régimen y su oposición se enfrentan, menos problemas puede dar el régimen a los vecinos y mayor es la posibilidad de que los iraníes se sientan inspirados por sus colegas sirios y se rebelen contra sus dictadores.
Más se indignan los árabes suníes de Teherán. Como señala el analista de Siria, Gary Gambill: «¿Qué tiene de malo el status quo de un Irán encadenado al cadáver sirio?». La actuación de Siria hace aumentar la indignación contra Moscú y Pekín. Además, la caída del régimen de los Asad no pondría fin de forma automática a la guerra civil del país. Lo más probable es que se invierta la dinámica y se abra un enfrentamiento entre los alauís y los demás rebeldes contra un sistema islamista de corte suní (que es la rama del islam mayoritaria en este país árabe). Convenga o discrepe de mis líneas maestras;, pero los americanos deberían mirar a Siria con énfasis estratégico, dando prioridad a su propia seguridad dentro de un mundo cada vez más peligroso.
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