Ayuntamiento de Madrid
Castellana «botellódromo»
Resulta sorprendente ir conduciendo por el paseo de la Castellana durante una noche de cualquier día del fin de semana y ver cómo, a ambos lados de la vía, se encuentran apostados grupos de jóvenes que hacen botellón. La situación, aunque pueda parecer inusual y extraña, es cada vez más frecuente
El motivo es que los asiduos al botellón ya no saben qué hacer para eludir la presión de los agentes, las multas, las quejas de los vecinos y hasta los «manguerazos» que les han caído por beber en la calle. Así, huyendo de las zonas más típicas y tradicionales de botellón como Moncloa o las plazas de Malasaña, los jóvenes se buscan la vida y se acercan a una de las calles más conocidas de Madrid. Los pequeños jardines de las medianas, los alrededores de los monumentos o incluso el arcén de la vía de Castellana les sirven para organizarse e improvisar su botellón. Poco a poco, la imagen es habitual y se está convirtiendo en costumbre ver a grupos bebiendo frente al Museo del Prado o el Bernabéu.
Muchos de ellos, paran sus coches y, a un lado de la carretera, abren el maletero y sacan la bebida. Otros optan por el método «tradicional»: llegan con las bolsas y se instalan en el césped de algún céntrico jardín. La política «anti-botellón» del Ayuntamiento de Madrid pone cada vez más difícil ocupar la vía pública con el endurecimiento de las multas no ya sólo por beber en la calle sino también por el ruido que puedan hacer y por ensuciar. Así las cosas, el ingenio de los «botelloneros» se agudiza y ya no descartan ningún punto de la ciudad.
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