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Paradoja: deuda por Ángela Vallvey

La Razón
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Estoy tan preocupada por la situación económica que sólo pienso en buscar soluciones. Desde luego, el problema es de riqueza. Quiero decir: de falta de riqueza. Como no tenemos tesoros naturales –oro, petróleo, etc.–, hemos «crecido» y nos hemos convertido en unos falsos ricos pidiendo préstamos. De este modo, ahora padecemos una recesión causada por la deuda, lo que demuestra que sólo los ricos pueden pedir prestado. Pero si yo fuese rica, ¿por qué querría pedir prestado? Y si los préstamos se otorgan a los que los piden –a los pobres, que no pueden pagarlos–, ¿no era previsible que éstos no devolvieran lo prestado…? Me he planteado la crisis de deuda como un problema filosófico, enunciado así: «Existe una crisis de deuda que (aparentemente) sólo se puede solucionar con más deuda. Pero ¿será ésa la solución, siendo como es también el problema…?». La paradoja me irrita. De momento, no la he solucionado. (Admito sugerencias de filósofos, incluso hegelianos). Por ahora, para consolarme, he confeccionado una adaptación del famoso relato del capitán W. E. Johns, héroe de aviación. No resuelve la paradoja, pero reconforta mi ánimo: el momento económico actual es como un vuelo peligroso en el que, una de dos: o todo está en orden, o no lo está. Si todo está en orden, no hay de qué preocuparse. Como todo no está en orden, pueden pasar dos cosas: o nos estrellamos, o no nos estrellamos. Ya nos hemos estrellado, así que una de dos: o salimos heridos, o no salimos heridos. Ya hemos salido heridos, y una de dos: o nos recuperamos o no nos recuperamos. Si nos recuperamos, no hay de qué preocuparse. Y si no nos recuperamos, ni siquiera «podremos» preocuparnos. Así que…