Arquitectura

La universidad Carlos III sobresaliente en eficiencia energética

El nuevo edificio universitario aspira a la certificación LEED Platinum en diseño y construcción gracias al uso de paneles fotovoltaicos capaces de generar un 7% de la electricidad y de reducir la factura más de un 37%. Sus criterios constructivos huyen de la arquitectura de creación de iconos vacíos de sensatez y hasta los felpudos tienen un papel fundamental en el diseño 

La universidad Carlos III, sobresaliente en eficiencia energética
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La Universidad Carlos III es una de las siete universidades públicas de Madrid. Cuenta con 17.000 alumnos y partir del próximo mes de marzo dispondrá de un nuevo edificio multiusos con biblioteca y residencia. El edificio, obra del estudio Beldarrain, es tan ambicioso que aspira a conseguir la certificación LEED Platinum, gracias a sus ahorros previstos del 29,2 por ciento de consumo eléctrico –en relación a cualquier otro edificio del campus– y el consiguiente ahorro del gasto económico hasta el 37,5 por ciento. LEED es la certificación americana otorgada por el «US Green Building Council» a las construcciones que han seguido criterios sostenibles en varias categorías. No es la única certificación que existe pero, «en LEED vas cumpliendo puntos sobre la parcela, el cuidado en el uso de agua, ahorros de energía, etc orientado al bienestar. Además, es la menos incipiente y la más reconocida internacionalmente y, en mi opinión, no convierte en protagonista al edificio, sino que defiende al individuo», explica Juan Beldarraín, autor del proyecto. Un ejemplo del nivel de detalle de la certificación: «Uno de los requisitos es que no entre el polvo y para ello los felpudos no pueden ser de cualquier forma; miden exactamente 1,80 metros y se han instalado los puntos de fumadores exteriores alejados ocho metros de cualquier entrada», explica el arquitecto.
La entrada de las tecnologías de la información ha modificado la filosofía de la universidad y ésta se refleja en la concepción arquitectónica de los espacios de esta ampliación; las grandes aulas magistrales dan paso a espacios más pequeños y la biblioteca reduce su zona de estudio para albergar aulas de diversos tamaños y para el trabajo en grupo. Con esta misma idea de hacer del espacio un conjunto con capacidad para mutar bajo cualquier premisa, se diseñó la fachada con una única piel cerámica. Una capa que esconde parte del secreto de la certificación. Gracias al aislante de lana mineral natural se consigue un mejor aislamiento, un detalle que incide en un 35 por ciento de los créditos de la certificación: «El edificio está peinado por lamas horizontales de hormigón. En verano cuando está el sol alto, las lamas hacen sombra y en invierno cuando el sol está tumbado se filtra», dice Beldarraín. El hormigón de estas lamas tiene un efecto fotocatalizador, gracias a un aditivo creado por Acciona en colaboración con Tolsa. Inneoclean, así se llama el aditivo, incorpora nanopartículas de dióxido de titanio que, en contacto con la radiación solar, actúan como catalizadores de una reacción química. Este aditivo en combinación con los materiales de la fachada, transforma los óxidos de nitrógeno y los contaminantes orgánicos volátiles en compuestos inofensivos para las personas y para el medio ambiente.
La elección del color de la fachada continúa la propuesta de los edificios ya existentes y evidencia la falta de pretensión de hacer un hito arquitectónico y el deseo de utilidad de esta ampliación en favor de la funcionalidad y el medio ambiente. «La sostenibilidad tiene que ver con hacer las cosas con sensatez. El aditivo de la fachada de un edificio no quitará la contaminación de Madrid, pero ¿y si todas las aceras lo tuvieran? Lo importante es que se va generando cultura», explica Beldarraín.
Aproximadamente, el 65 por ciento de la parcela se destina a zonas verdes de vegetación autóctona y con baja necesidad hídrica, lo que supondrá una reducción de demanda de riego del 57 por ciento respecto a otra elección. Las cubiertas que se ven desde el interior del edificio están ocupadas por la misma flora que se está quitando momentáneamente durante las labores de construcción, mientras que las de la última planta son de color blanco para asegurar un alto índice de reflexión solar.

Energía y agua
El agua de lluvia se concentrará en un aljibe en la cubierta con capacidad para almacenar 375 m3 que se reutilizará para el riego. La instalación geotérmica incluye 40 pozos de 120 metros de profundidad que mandan la temperatura constante de la tierra a la red de pavimento radiante – y refrescante en verano– disminuyendo la necesidad de climatización del interior. Cuenta con 150 paneles fotovoltaicos: «Ampliables a otros 150 que suministrarán el siete por ciento de la electricidad. En la instalación de geotermia es más eficaz un pozo de 200 metros de profundidad que dos de cien porque la temperatura de la tierra es más estable cuanto más abajo, pero a partir de la cota de los 120 el terreno era peor, lo que determinó la profundidad final. Los últimos 30m salían muy caros», explica Beldarraín.
Durante las obras, se está llevando a cabo un control de la erosión y sedimentación que debe cumplir el contratista, en este caso Acciona. Se está potenciando el uso de materiales reciclados y regionales que sean extraídos, procesados o fabricados a menos de 800 km de la obra y la madera contará con certificación FSC. «Se certifica el diseño y la construcción. En la fase de diseño ya cerrada tenemos puntos para asegurarnos el LEED Oro. Ahora en la construcción se certifican nuevos puntos y hay detalles que necesitan un año entero de vida del edificio para verificar su comportamiento. Al constructor se le exige limpiar las ruedas de los camiones, cubrir la tierra amontonada para que no se vaya con la lluvia y regar la tierra para no generar polvareda», dice Beldarraín. Además, la ubicación del edificio permite acceder a él con transporte público, aunque el nuevo edificio contará con 144 plazas de aparcamiento para bicicleta y nueve para coches de uso compartido.