Santander
Bicentenarios
Este septiembre asistimos al grueso de las celebraciones por las independencias de las naciones americanas del otrora imperio español. Ayer correspondió a México y mañana sábado a Chile. Acontecimientos festivos que se vienen sucediendo sin mayores polémicas, bien entendido que son ya doscientos años de independencia y que se trata de situaciones asumidas e irreversibles. Era sólo cuestión de tiempo: lo lógico es que la emancipación se produjese más tarde o más temprano. Como así sucedió, en efecto. En apenas dos décadas cayó una unión que había perdurado durante trescientos años. A propósito del acontecimiento se me ocurre alguna reflexión. En primer lugar, que es una pena que de aquel antiguo territorio unido no emergiera una gran y única nación federada en torno a un mismo idioma y cultura comunes. De haber sucedido así, desde Río Grande hasta Tierra de Fuego tendríamos un inmenso país capaz de medirse al vecino Brasil y a los Estados Unidos. Al menos en extensión y población, muy por encima sin duda de ambas federaciones. En lugar de eso se crearon una veintena de Estados separados, cada uno con su moneda y frontera, sin peso suficiente para figurar con fuerza propia en el concierto mundial de las naciones. Es una pena que el caudillo Bolívar, artífice de la independencia de Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela no lograra crear esa patria común a la que aspiraba, y que al final los países hispanos anden diseminados y hasta enfrentados, navegando cada uno a su suerte sin meta común que les anime.
Ahí creo que España, en tanto que ex metrópoli reconocida, podría jugar cierto papel favorecedor de la integración. No con nosotros, pues estamos en otro continente y no cabe reagrupación posible, pero sí entre ellos partiendo de problemas similares y objetivos iguales.
Es lamentable, en este sentido, que desde Madrid no se alumbren iniciativas encaminadas a fortalecer la conciencia de grupo. Tenemos un instrumento de partida que son las Cumbres Iberoamericanas. Cumbres del todo inservibles desde hace años. Apenas valen para reunir en torno a una mesa a líderes y gobernantes que no demuestran mucho interés en ellas.
Siempre me he preguntado por qué estas cumbres no se emplean para dar pequeños pero grandes pasos en lo que se refiere al mantenimiento de los lazos culturales. Los británicos lo hacen y les funciona. Tienen la Commonwealth y los juegos deportivos de la Commonwealth y otra serie de eventos que les reúnen. Aquí sería útil hacer un Mundial Iberoamericano de Fútbol, que tendría rentabilidad y millones de seguidores, y por supuesto Campeonatos de Atletismo, Baloncesto y otros deportes olímpicos. Servirían para preparar las propias Olimpiadas amén de para fortalecer vínculos. O premios literarios, cinematográficos, televisivos o musicales, patrocinados por empresas con gran presencia aquí y allí, como Telefónica, el Santander, el BBVA o tantas otras.
Hay que dejar de analizar si se hizo bien o mal el Descubrimiento y la Colonización porque eso ocurrió así, ya pasó y es imposible cambiarlo. Lo que si podemos es construir desde la independencia de cada cual una colectividad que sea respetada como tal en el mundo, unida hoy más que nunca por el mismo idioma y unos intereses en tantísimos casos parecidos.
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