Lorca
Riesgo de vivir
Cuando la tierra ruge o escupe o se menea, rara vez nos pilla confesados. Muy poca gente sabe que el terremoto de Lorca aconteció exactamente en el lugar que predijeron los mapas sísmicos ¡de hace décadas! Era zona de riesgo extremo y, sin embargo, los lorquinos carecían de las mínimas instrucciones acerca de cómo comportarse. El resultado fue que la gente se echó a la calle y murió a resultas de las cornisas caídas. En El Hierro parece que lo hemos hecho mejor, pero la sorpresa tampoco es sorpresa, que conste. Las Islas Canarias estás sobre placas volcánicas y la memoria no necesita retrotraerse mucho. Son famosos los relatos que Andrés Lorenzo Curbelo hizo de las erupciones de 1730 a 1736 en Lanzarote. De las explosiones del Cumbre Vieja, en La Palma, en 1971, hay fotografías de los campesinos sentados, contemplando el fenómeno. Así pues, que en El Hierro nazca «una nueva montaña de doscientos metros», como indican las autoridades, no será cosa rara, por rara que nos resulte. La enorme bolsa de lava bajo la isla se ha ido desplazando y lleva meses dando la lata. Que quiera liberarse en tierra o en el mar, a más o menos profundidad, es cosa caprichosa pero inevitable. Siempre me he preguntado por el afán de los hombres por vivir en zonas naturalmente peligrosas. Haití, por ejemplo, haría bien en vaciarse y sus habitantes en emprender nueva existencia lejos de tan peligroso lugar. Pero ahí seguimos. Supongo que algo arcano y ancestral le dice al ser humano que el riesgo es inherente al vivir.
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