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Luto masivo en 90 metros
Madrid despertó ayer como un día típico gallego:frío y lluvioso. Era un día triste, muy triste para toda la familia del Partido Popular que se acercó a dar el último adiós a Manuel Fraga, para sus amigos, para los que le querían.
MADRID- Desde primera hora de la mañana los periodistas taponaban la puerta del portal de la casa donde ha vivido con su hija los últimos años, ayer, capilla ardiente improvisada por expreso deseo de sus hijos y de él. Porque a Fraga le gustaba la discreción y la austeridad. Nunca quería molestar. Los 90 cuadrados de su casa se vistieron de luto y el salón se quedó pequeño ante tantos amigos.
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, fueron los más madrugadores. A la salida, Rajoy le recordaba como «un hombre clave en la Transición española». En una ocasión le pregunté a Fraga por Rajoy, y si le veía como presidente, y me dijo: «A mí que haya un gallego y además de Pontevedra me parece muy bien». Alberto Ruiz- Gallardón llegó emocionado. Para Fraga era como un hijo más, mientras Ruiz-Gallardón, con la voz entrecortada, se declaraba su «alumno».
Un referente
Me crucé con José María Aznar y Ana Botella en el portal. Estaban serios, se les notaba el dolor. «Lo importante que ha sido (Fraga) a lo largo de su vida (de la de Aznar) también lo ha sido en la mía, así como un punto de referencia no sólo para nosotros, sino para todos los españoles», destacó la alcaldesa de Madrid.
El descansillo rebosaba coronas de flores de Valencia, de Galicia... Fraga estuvo en todo momento arropado por sus hijos y nietos. Un amigo suyo muy apenado se presentaba a la familia como «uno de los que jugaba con Manolo al dominó». Los buenos ratos que pasaba con esas partidas...
En la capilla ardiente se respiraba cariño, mucho cariño, y su cara reflejaba paz.
Me faltaba la mesa camilla, esa en la que Fraga solía recibir con los periódicos encima de la mesa mientras acariciaba alguna portada. Se lo leía todo y respondía a todas las cartas aunque fuera con un escueto «muy agradecido».
Le he querido y admirado. Se lo debo a mi madre, que desde niña me fue llevando de la mano por los caminos del político enamorado de España y Galicia, del trabajador incansable, del hombre honrado y sabio, de la persona tierna y amable. Porque más allá del político era un hombre de enorme generosidad. A mis peticiones de niña siempre llegaba su respuesta en forma de libro infantil en gallego, o una bandera de España cuando le conté que mi colegio aún no la tenía.
Aquellos años fueron una magnífica escuela de ilusión para mí y guardo la imagen del Fraga que se jugaba el tipo y su dinero por una lucha titánica por conseguir una España mejor. El temperamento que algunos me describían no lo conocí, siempre le recuerdo sonriéndome. Tenía predilección por los jóvenes y confiaba en ellos. Cuando le visitaba siempre me decía: «¿En qué te puedo ayudar?». Y es que muchos han contado lo que cabía en la cabeza de Fraga pero lo que cabía en su corazón era igualmente infinito.
Al salir de la capilla ardiente me crucé con la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. Tras su visita destacó la «gran capacidad de trabajo» de Manuel Fraga. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, lo definió como «una personalidad absolutamente irrepetible». Todos se sentían ayer un poco huérfanos.
Desde por la mañana custodiaban el cuerpo del presidente fundador del PP dos enormes coronas que habían enviado los Reyes y los Príncipes de Asturias. Por la tarde, Don Juan Carlos y Doña Sofía se acercaron a dar sus condolencias a la familia. Fraga sentía un profundo afecto y respeto por la Familia Real, a quien siempre apoyó y guardaba con especial cariño una fotografía que tenía con el Rey, abrazándole.
Fue educado desde niño en los valores del trabajo, el esfuerzo y la fe. En su última campaña como candidato a la presidencia de la Xunta de Galicia, al finalizar los mítines pedía siempre un viva por la Virgen del Pilar. Le unía una gran amistad con el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela. Los dos eran de Villalba (Lugo), y más que el trato entre un cardenal y un político su cercanía era como la de un párroco con su feligrés. Por eso, Rouco se ofició en el domicilio madrileño una misa donde se encuentra instalada la capilla ardiente a la que asistieron también algunos dirigentes del PP como Alberto Núñez Feijóo o la ex ministra Isabel Tocino.
El féretro con los restos mortales serán trasladados hoy a las 10:00 desde su domicilio madrileño hasta la localidad coruñesa de Perbes, donde le esperan sus paisanos para despedirse de él y donde también está enterrada su mujer, Carmen Estévez.
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