Bruselas
El día del cambio
Casi 36 millones de españoles están llamados hoy a participar en una de las elecciones más cruciales de los últimos años. España, su economía, su tejido social y su convivencia como nación se hallan en una encrucijada que exige cambiar a fondo el contenido y la forma de gobernar. Ese cambio no se limita al color político del Gobierno, sino que trasciende a la esencia misma de nuestras libertades, principios éticos, organización y, por supuesto, al bienestar de todos, empezando por los cinco millones de parados. La primera urgencia es reformar el mercado de trabajo y revitalizar la actividad empresarial. La creación de empleo está en manos de los emprendedores, a los que se les debe estimular con incentivos y, sobre todo, facilitarles la tarea de contratar trabajadores. La cuestión primordial no es el coste del despido, sino lo asequible del contrato. Sin una reforma laboral seria y realista, en línea con los países más prósperos, no será posible reducir el paro, que es el gran agujero negro de nuestra economía. Como tampoco se impulsará la actividad empresarial sin una reforma financiera que desatasque el crédito y normalice los caudales de liquidez. El tercer eje de actuación es el gasto público, que se ha situado muy por encima de nuestras posibilidades. Cumplir el objetivo de déficit comprometido con Bruselas es inexcusable. Para ello será necesario un reajuste riguroso, no sólo en la Administración del Estado, sino también en la local y la autonómica. En este punto, resulta imprescindible más coordinación, que tanto se ha echado en falta durante estos años por diferencias ideológicas entre sus respectivos gobernantes. No obstante, en algunas parcelas deberá darse un salto cualitativo para hacer frente a graves desajustes, como los sanitarios y los educativos. El Estado debe cobrar más protagonismo en estos ámbitos fundamentales para garantizar la igualdad real de todos los españoles. Concretamente en la Educación, el cambio pasa por respetar los derechos de los padres a elegir la formación de sus hijos, por devolver a la escuela valores como el mérito, el esfuerzo y la disciplina, y por potenciar la figura del profesor. Lo mismo vale para la Universidad, hoy reducida a una fábrica de parados por la ínfima calidad de su enseñanza y por una burocracia docente de alarmante mediocridad. En cuanto a la Sanidad, resulta perentorio un plan de financiación que supere las pobres posibilidades de las autonomías, para lo cual el Gobierno deberá colocarse al frente. La Justicia es otro de los pilares del Estado que requiere un cambio radical que le garantice una independencia real del poder político y que devuelva el prestigio a instituciones tan dañadas como el Consejo del Poder Judicial, la Fiscalía y el Tribunal Constitucional. Finalmente, el cambio no sería completo si no se propiciara el cultivo de los valores morales y sociales que hacen más rica la convivencia y más fuerte a la comunidad. Entre ellos, los que protegen y potencian a la familia como columna vertebral de la sociedad, pero también los que emanan de la fe en Dios y los que anteponen la defensa de la vida a supuestos derechos individuales. En suma, en manos de los votantes está elegir hoy al partido que más garantías les dé para llevar a cabo estos cambios profundos, sin los cuales España no saldrá del túnel económico y moral en el que se encuentra.
✕
Accede a tu cuenta para comentar