Bruselas

Cameron: «No permitiré que se rompa Reino Unido»

El «premier» británico se muestra firme en su defensa de la unidad ante el referéndum de Salmond. Escocia irá a las urnas en otoño de 2014

Cameron se abraza con su mujer, Samantha, tras pronunciar su discurso en la convención tory
Cameron se abraza con su mujer, Samantha, tras pronunciar su discurso en la convención torylarazon

LONDRES- David Cameron sacó ayer toda la artillería para defender la unidad de Reino Unido ante la convocatoria del referéndum de independencia en Escocia para otoño de 2014. Consciente de que contaba con toda la atención de los periodistas en el congreso «tory», el primer ministro aseguró que no va a permitir que el nacionalista Alex Salmond «rompa» la nación con sus aspiraciones independentistas. «Hay muchas cosas que quiero que haga este Gobierno de coalición, pero ¿qué podría importar más que salvar a nuestro Reino Unido?», se preguntó Cameron. Ante el público conservador de Birmingham, el «premier» exclamó: «Vamos a decirlo: somos mejores juntos y prosperaremos juntos y déjennos luchar contra ese referéndum con todo lo que tenemos».

Aunque durante la Edad Media a muchos les habría gustado contar con un muro, la última vez que existió una frontera entre Inglaterra y Escocia fue en la época de los romanos. Desde entonces, se ha podido pasar de un país a otro sin problema. Pero muy pronto se podría vivir una realidad muy diferente porque los escoceses decidirán en 2014 si quieren o no seguir formando parte de Reino Unido.

La primera vez que se empezó a hablar en serio de un referéndum fue en mayo de 2011. Alex Salmond, líder del Partido Nacionalista Escocés (SNP), se hacía con la mayoría absoluta en las elecciones «autonómicas» arrebatando el poder a los laboristas, que siempre habían dominado el norte. Era la primera vez que una fuerza política conseguía el logro desde que se constituyó la Asamblea escocesa en 1999. Con los escaños suficientes, el independentista podía llevar a cabo su plan: conseguir todas las competencias y controlar sus recursos económicos, eso sí, todo bajo el reinado de Isabel II.

El camino no ha sido fácil porque a Cameron le ha costado dar luz verde a la denominada «Section 30», orden necesaria para transferir los poderes de la Cámara de los Comunes a Holyrood. Pero finalmente las dos partes han llegado a un acuerdo y tan pronto el lunes, cuando el «premier» tiene previsto visitar Edimburgo, se podría anunciar fecha para realizar la que será una, y sólo una, pregunta histórica.

El principal escollo en las negociaciones ha sido principalmente ése. Salmond quería introducir una segunda cuestión en la papeleta para otorgar al Parlamento escocés más poderes para recaudar impuestos. Era una manera de salvarse las espaldas en caso de que el pueblo rechace la independencia, pero finalmente el primer ministro ha logrado imponer su criterio y tan sólo se planteará una pregunta clara y directa. A cambio, el líder «tory» ha accedido a que los jóvenes de 16 años puedan votar. Pero ni ampliando la horquilla parece probable que el nacionalista vaya a lograr su objetivo. El último sondeo publicado esta semana por «Scottish Herald» mostró que sólo un 28% de los escoceses quiere desligarse de Londres.

John Cridlan, subdirector general de la patronal británica CBI, no sólo ha advertido de que la mayor parte de las empresas escocesas se muestran en contra de la separación, sino que ha recalcado que toda la incertidumbre que genera el referéndum hace un flaco favor a la economía del país. Para evitar precisamente eso, la inestabilidad –la peor enemiga del parqué londinense– Cameron quería realizar la consulta lo antes posible, pero Salmond quiere hacerlo coincidir con el 700º aniversario de la Batalla de Bannockburn –en la que los escoceses ganaron a los ingleses– con el convencimiento de que este factor le podría beneficiar.

Los partidarios de la independencia están tratando de evitar sorpresas fiscales, pero el ministro de Trabajo y Pensiones, Iain Duncan Smith, ya ha advertido de que, por sí sola, Escocia no podrá afrontar la factura de 15.000 millones de libras de ayudas del llamado sistema de bienestar. Por otra parte, está el problema de la moneda.
Salmond ha explicado que el país podría abandonar sus planes de unirse al euro para continuar pagando con la libra esterlina. Insiste en que el Banco de Inglaterra seguiría siendo prestamista de Escocia como último recurso y los reguladores británicos seguirían supervisando a los bancos escoceses. Pero en Londres no están por la labor de seguir en estos términos y con el azote de la crisis del euro, el reputado «The Economist» ha avisado de que se podría producir «una estampida de los servicios financieros hacia el sur». Así que Edimburgo se podría quedar desolado y más aún, sin ni siquiera el amparo de Bruselas. Y es que, a pesar de que Salmond quiso tranquilizar a los suyos diciendo que las relaciones con la UE no tendrían por qué cambiar, José Manuel Durao Barroso, presidente de la Comisión, dejó muy claro recientemente que cualquier nuevo Estado-nación tendrá que solicitar de nuevo su ingreso en virtud del Derecho Internacional. Esto significaría que una Escocia independiente quedaría también excluida del Acuerdo de Schengen, que permite la libre circulación sin control de pasaportes.