Sevilla

Monteseirín se marcha convencido de que deja «una ciudad más justa»

Los quebrantos de Saramago en la voz de Esperanza Fernández dieron paso al más «jondo» de los discursos de Alfredo Sánchez Monteseirín. Oratoria con tintes de réquiem, en el Día del Patrón San Fernando.

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Justo acaba el «Alfredismo» en Sevilla y a escala nacional el PSOE se pone en manos de otro Alfredo –«Adedo», si no fuera por dos militantes sevillanos–, Pérez Rubalcaba, quien, por cierto, viene mañana. Y Alfredo (Sánchez Monteseirín) se va (de la Alcaldía) visiblemente afectado y emocionado, pidiendo perdón y enumerando buena parte de sus proyectos durante estos 12 años. Acabados o no. «Las ciudades invisibles» de Italo Calvino, reescrito por el alcalde que se va –dijo– igual que vino, «ligero de equipaje». Sobre 700 millones de deuda y un macrocrédito envenenado nos contemplan.

Monteseirín dio las «gracias» y pidió «disculpas». Arrancó, subrayando que cuanto ha hecho tenía una «buena intención, lo que no es siempre garantía de éxito» y que –a buenas horas «memento mori»– estos «errores no deben achacarse a la mala voluntad, sino a las limitaciones a las que la humana condición nos condena a todos aquellos que distamos de ser perfectos». El alcalde volvió a confiar en que «con más distancia, una vez fuera la crispación» su legado «se valorará». «Hasta los adversarios hacen suyos los logros», dejó caer, tras explicar que «se nos ha permitido elaborar un modelo de ciudad que pudo terminar haciéndose realidad».

«En casi mi último acto oficial, quiero invitarles a dar un paseo por Sevilla», indicó, citando –independientemente de que el proyecto esté finalizado– desde el centro de salud El Cachorro al inacabado parque de la Vega de Triana; pasando por el Paseo de la O; el Museo de la Inquisición; el de la Cerámica (en construcción); las San Jacinto y Asunción peatonales; la Plaza de España; el metro; la avenida de la Constitución; el «Alcázar abierto»; la Plaza Nueva con la Feria del Libro; Zemos 98; las «setas»; la Alameda rehabilitada; el plan integral del Polígono Sur; los parques de San Jerónimo, Alamillo o Miraflores; el Jardín Americano; y la pendiente de revisión Torre Pelli, entre otros.

«Ha sido un honor pasear con ustedes por la Sevilla del siglo XXI, me voy ligero de equipaje. Guardo las satisfacciones. Los sinsabores, allí quedarán. El equipaje va lleno de la risa de los niños en los espacios reconquistados a los coches o de las familias en las VPO», aseguró. Para acabar citando a Pablo Iglesias y la vocación de «llevar el socialismo a todas partes». «Me voy con la satisfacción de que mis ideas socialistas han servido para hacer una Sevilla más justa», concluyó, antes de volver a levantarse y mandar un simbólico abrazo al Lope de Vegas tras minuto y medio de aplausos. Moliere, autor de «El Tartufo», murió en escena, vestido de amarillo. Con una ovación a la caída del telón. El alcalde Monteseirín deja paso al ciudadano Alfredo, también sobre las tablas, con una corbata anaranjada y un aparente complejo de Fidias, el más envidiado escultor, el que murió de tristeza. Monteseirín es ahora un viento perdido buscando isla.

La también socialista Fuensanta Coves, presidenta del Parlamento, destacó cómo la ciudad «ha aprovechado el liderazgo de Monteseirín» y «la valentía de dar los primeros pasos y dejar las huellas que otros recorrerán». El presidente del Senado, Javier Rojo, definió a Sevilla como una ciudad «competente, pensada para los ciudadanos, cohesionada». «Sevilla proyecta una imagen seria de modernidad y eficacia», destacó. El alcalde electo, Juan Ignacio Zoido, recordó que el Día del Patrón es «para presumir de los que han tenido un compromiso con la ciudad para mejorarla». Sobre el discurso, indicó que «es un día de fiesta y cada cual que haga lo que le parezca», añadiendo que «los actos son cada uno para una cosa y era el día para reconocer a unas personas que han dado mucho».

¿Por qué no sigue?, por Silvio
Se lo cantaron a Carlos Díaz, paisano nuestro y alcalde de Cádiz antes de Teófila (que cumplirá dos décadas de mayoría absoluta, aviso a navegantes): «A mí me parece/ que el chaval merece/ mejor salida./ Mejor salida,/ mejor salida,/ sal como quieras/ pero no vayas a volver en tu vida». Impone medallas Sánchez Monteseirín en su último acto de peso, sobre todo a él mismo y a su cirineo zurdo. No tiene abuela: ha hecho una «ciudad más justa» mediante «logros que han asumido» sus detractores; ha «llevado a los barrios la tarea modernizadora»; Sevilla «es mejor» que cuando llegó; ha contribuido a la «risa de los niños», a la «alegría de los jóvenes», al «crecimiento de las familias» y a la «tranquilidad de los abuelos». Lástima que su partido no lo haya apreciado y los votantes tampoco. Ingrata que es la gente, leche.