Libros

San Sebastián

ETA con corbata

Una prenda tan «burguesa» sirvió a los abertzales para cambiar su imagen, pero sus hermanos terroristas volvieron a aparecer con su «look» más macabro para anunciarnos que dejan las armas: la capucha

El pasado lunes, Rufi Etxeberria y Martín Garitano sorprendieron a los fotógrafos al aparecer en San Sebastián con corbata, cosa que nunca había ocurrido. No se la puso el alcalde de la ciudad, Juan Carlos Izaguirre. Los dirigentes abertzales querían mand
El pasado lunes, Rufi Etxeberria y Martín Garitano sorprendieron a los fotógrafos al aparecer en San Sebastián con corbata, cosa que nunca había ocurrido. No se la puso el alcalde de la ciudad, Juan Carlos Izaguirre. Los dirigentes abertzales querían mandlarazon

No es fácil hacerse el nudo de la corbata para quien no practica esa rutina diaria. O queda muy larga o muy corta o el nudo aprieta el cuello o, por el contrario, sale demasiado suelto. Hace casi 20 años Jon Idígoras, como diputado de HB en el Congreso, se presentó en La Zarzuela, salió del coche, sacó del bolsillo la corbata y, con el nudo ya hecho se la puso en el cuello «por protocolo» para hablar con el Rey. Eran otros tiempos. Según él mismo reconoció, la única vez que se había puesto corbata había sido en su boda, 20 años antes. No estaba nada acostumbrado a usar una prenda que entonces y ahora visten casi todos los trabajadores, oficinistas, la gente pacífica que acude a diario para ir a su lugar de trabajo o a reuniones. Se la ponen por la mañana y se la quitan con alivio por la tarde. Aunque «está en desaparición y cada vez se usa menos», según afirma el profesor Fernando de Aguirre de ISEM Fashion Business School, la corbata aún significa formalidad, respeto y elegancia, entre otras cosas. «Podría decirse –asegura Joaquín Hernández Arcas, Jefe de Protocolo de la Universidad UCAM de Murcia– que quien la utiliza lo hace en señal de respeto hacia lo que representa».

«Nos pondremos corbata cuando alcancemos la paz», dijo hace tiempo Arnaldo Otegui. Como si la corbata significase abandonar los muertos y el terror. Como si cambiar de vestimenta fuese también cambiar de vida. El pasado lunes, según el «Diario Vasco», Rufi Etxeberria, dirigente abertzale, tuvo que comprarse una corbata para ir al acto de San Sebastián y si no tenía el nudo ya hecho, seguro que tardó bastante frente al espejo. Porque ese día sí que había que respetar el protocolo, no como en otras ocasiones. Es complicado, casi imposible encontrar otra imagen de Rufi Etxeberría con corbata. Tampoco de Martín Garitano, de Bildu, ni siquiera cuando fue investido presidente de la Diputación Foral de Guipuzcoa. Y no es un asunto estético ni de habilidad por no saberse hacer el nudo. «La corbata es un elemento que tradicionalmente ha sido rechazado por los partidos de izquierdas de corte marxista-leninista, por considerarlo burgués. Sin embargo, la moda ha impuesto que para las ocasiones especiales, hasta los representantes de los partidos comunistas las hayan usado, por razones de protocolo. Esto no había ocurrido con la izquierda abertzale», explica la profesora Ainhoa Uribe, profesora Adjunta en Ciencia Política en el Instituto de Estudios de la Democracia del CEU.

Ponerse la corbata es un signo externo, pero puede que tenga más profundidad que lo únicamente estético: «¡Ponte la corbata! ¡Dale seriedad a un tema serio!», escribía Iñaki Anasagasti en su blog a Paul Ríos, de Lokarri, ante el acto del pasado lunes. Mucho días antes había explicado su teoría sobre la prenda en cuestión: «Ya sé que el «sincorbatismo» es una pose tan respetable como el corbatismo, pero internacionalmente existe una convención que dice que a las ocasiones solemnes hay que ir vestido de forma adecuada si te tomas en serio lo que haces». Etxebarria y Garitano dejaron el «sincorbatismo» para recibir a Kofi Annan. Entonces, como Idígoras ante el Rey o ante su esposa, siguieron el protocolo establecido. Su objetivo era dar una imagen de respeto hacia sus invitados. Una imagen, por cierto, que no han querido dar nunca en sus actos con representantes españoles.

Cambio de impresión
Al exhibirnos ante los demás todos queremos causar buena impresión. Por eso nos vestimos o maquillamos con cuidado al acudir a una cita. «Se trata de agradar, se intenta hacerlo bien vestido, dando con ello una señal de respeto. Se maneja en una doble dirección: el respeto a lo que representamos y el respeto por aquellos con los que nos vamos a relacionar», continúa explicando Joaquín Hernández Arcas.

En los círculos de la izquierda aberztale, sin embargo, «estamos acostumbrados a ver a sus miembros con una estética muy marcada e informal, en la que los hombres y las mujeres comparten el uso de ropas amplias de montaña (sudaderas, forros polares, vaqueros, botas de escalada, etc.), piercings, pelo corto para las chicas y más bien largo, en ocasiones, para ellos», según describe Uribe. Es una imagen repetida, en la que no importa el lugar o el acto. Los abertzales iban de ese modo con una intención clara: a primera vista pretenden causar mala impresión, que enseguida se vea que van de malos radicales, que «defienden al pueblo vasco lejos del mundo de las corbatas», dice Enrique Laraña, catedrático de sociología de la Universidad Complutense.

«Esa estética se un elemento fundamental que forma parte no sólo de su aspecto, sino también de su discurso político. No en vano, la indumentaria de montaña significa su vínculo con la tierra y su reivindicación ecologista, la vuelta a las tradiciones y a la montaña», insiste la profesora Uribe. Es también un modo de ir infiltrado, de pasar inadvertido, porque ese modo de vestir más o menos casual puede ser el que lleva cualquier estudiante de universidad. «Desde esa vestimenta que permite ir camuflado y confundirse con otros, se puede apuntar, amenazar y matar a aquellos uniformados, como los Policías, que sí son visibles», continúa Laraña.

Corbatas, pero capuchas
Es evidente que la forma de vestir abertzale contrasta con la forma de vestir de los demás. «El efecto es que la sociedad se halla no sólo política sino también estéticamente dividida. Un ciudadano del País Vasco sabe rápidamente a quién vota su vecino con sólo ver la indumentaria del mismo, hecho que no se produce en otras partes de España, por ejemplo», explica Uribe.

El lunes pasado, por un día, se disfrazaron de burgueses. De repente se pusieron serios, como les pedía Anasagasti. Para otros, en cambio, lo único que hicieron fue disfrazarse, un puro teatro en un camino perfectamente planeado. Porque el jueves ETA leyó un comunicado y salieron con capuchas: «Están sujetos a ser detenidos, encausados y/o condenados por los delitos cometidos. Y dentro de la lógica del proceso, el cambio de "fachada"(la retirada de las capuchas, etc.) debe ser gradual, según los avances que se vayan dando», explica el director del másters de comunicación política de la Universidad de Navarra, Carlos Barrero.

Si las corbatas de Martín Garitano y Rufi Etxeberria pueden significar algo, las capuchas de los portavoces etarras dan una imagen de inmovilismo y de que todo sigue igual.

Como si la corbata fuese un accidente. Como si, en realidad, no hubiera variado, para nada, el escenario en el que nos movemos.


Del «sincorbatismo» a las capuchas
El pasado lunes, Rufi Etxeberria y Martín Garitano sorprendieron a los fotógrafos al aparecer en San Sebastián con corbata, cosa que nunca había ocurrido. No se la puso el alcalde de la ciudad, Juan Carlos Izaguirre. Los dirigentes abertzales querían mandar un mensaje con su vestimenta. En las fotos anteriores, pese a que habían llevado chaquetas (posiblemente la mismas chaquetas que usaron el pasado lunes), la corbata era un elemento prohibido. Querían igualarse a los supuestos mediadiores que iban a recibir. El jueves ETA apareció como siempre, como macabros asesinos.