Crítica de cine

Fundido en negro

La Razón
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La presentación de los nominados a los Premios Goya de este año sirvió también para que el presidente de la Academia del Cine, Álex de la Iglesia, esbozara la alarmante realidad del sector y apremiara a sus compañeros de profesión a quebrar con la tónica victimista habitual. Su tono crítico era el presagio de unas cifras anuales para el cine español realmente malas. «No lo hemos hecho demasiado bien. No hemos conectado con el público. No hemos conseguido llegar a la taquilla como deberíamos haber hecho. Lo sentimos. No nos quejemos más. Tenemos que preguntarnos por qué y espabilar», dijo entonces en un breve y taciturno discurso con el que coincidimos.

Lo cierto es que los números del cine nacional no dan pie a la sonrisa y sí a la lágrima. El balance de 2010 deja 10,7 millones de espectadores para las cintas españolas, lo que supone un retroceso de nada menos que 6,7 millones con respecto al año anterior. Esa cifra se traduce en una taquilla de 69,7 millones de euros, muy inferiores a los 104 recaudados en 2009. Hablamos, en general, del peor dato para nuestra industria desde 1996. En contraste, el comportamiento de las películas extranjeras ha mejorado, con una recaudación de 575 millones de euros en 2010, frente a los 566 millones de 2009, si bien el número de espectadores descendió el pasado año.

Las razones del retroceso de la cinematografía nacional deben ser necesariamente varias. Puede que los profesionales lo atribuyan a la crisis o a la piratería salvaje, que, obviamente, habrán tenido un impacto no menor. Pero quedarse únicamente con esa lectura supondría acomodarse a la actitud complaciente que ha generado en buena medida el problema.

Lo evidente es que, más allá de la crisis económica que atraviesa el país y del muy grave problema de las descargas ilegalesy la violación de los derechos de autor, al distanciamiento de la producción nacional con el espectador medio ha contribuido decisivamente la equivocada política de subvenciones, que afecta a la calidad del producto y a su interés como bien cultural y comercial y que produce un retroceso real de la competitividad. El hecho es que la mayoría de películas españolas no logra recuperar en la taquilla la inversión realizada. El balance habla por sí solo. Las películas españolas recibieron del Fondo de Protección a la Cinematografía 89,39 millones en 2010 y recaudaron 69,7 millones. Un agujero negro que absorbe la imaginación de los creadores y entumece el sector.

Aunque sea cierto que el cine español sufre un déficit estructural y padece carencias en difusión, distribución y promoción, los profesionales deben plantearse la reflexión hacia dentro en lugar de buscar culpables fuera, además de encuadrar el sector en la realidad del mercado en lugar de engordarlo artificialmente con dinero del contribuyente. La industria debe hacer un ejercicio de autocrítica, escapar del victimismo y del elogio fácil. Está obligada a aprender cómo sintonizar con el espectador con un producto de calidad que sea capaz de generar beneficios.