Murcia

«El Rinconín» por Antonio Parra

La Razón
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En mitad del tumulto de terrazas repletas y de gente que va y viene en la plaza de Santo Domingo, en pleno centro histórico de Murcia, se encuentra este sorprendente oasis en cuya terraza parece que quedas a salvo del trasiego general de la zona. Es un rincón reposado, aunque su dueño ha bautizado a esta todavía joven taberna como «El Rinconín», lo que delata el origen asturiano del propietario, Miguel Cerezo, un profesional vocacional (prepara personalmente todo lo que se sirve, que es mucho y de calidad), antes dedicado a la distribución de vinos. La camarera del local es ágil y simpática, y atiende con diligencia a la variada clientela («primera, segunda y tercera edad con tono», como señala María, coautora de estas crónicas dedicadas a barras y tabernas murcianas). Pero Miguel respira profesionalidad en todos los sentidos, con el trato justo al cliente, eludiendo los dos extremos que se dan en Murcia con demasiada frecuencia: el excesivo compadreo con el cliente, aunque no se le conozca de nada, o la impostada e improvisada aquiescencia: en las barras murcianas pasan, sin transición, de llamarte ceremoniosa y anacrónicamente caballero a tutearte. Estas cosas tienen su importancia, junto a las materias primas y lo que es propiamente la cocina y la elaboración. «El Rinconín», en su angostura espacial, reúne todos esos elementos necesarios para un buen resultado final. Seis mesas en la terraza que en las noches de los fines de semana suelen estar llenas (conviene que reserven si van a ir en grupo). Un local mínimo con ventana al exterior donde se sitúan dos taburetes. Eso es todo, pero su cocina hace milagros. Repetimos que hay mucho donde elegir, pero aquí van algunas sugerencias: patitas de pulpo asado con pimentón; chipirones a la plancha con salsa verde; los habituales pimientos asados con ventresca, muy artesanos y de gran calidad; unas deliciosas croquetas de pollo de corral con finísima besamel, o la tortilla en salsa que Miguel Cerezo equipara a «una ropa vieja», la que también sirve a veces partiendo del clásico cocido, que ofrece junto a otros guisos a medio día para llevar: fabada asturiana, rabo de toro (que ya cuenta con prestigio), carrillera de buey, bacalao al pil-pil…Y más cosas: ibéricos, tortillitas de camarones, lacón a la gallega, anchoas del Cantábrico, buen queso. En fin, uno de los secretos es la elección de materias primas. Por ejemplo, el marisco, que usted puede degustar a partir de jueves y durante todo el fin de semana. Cerezo lo encarga cada día en Mercamadrid y usted puede encargárselo a él si quiere llevarlo para comer en casa. Y no olvide los buenos vinos y, especialmente, la fría cerveza, tirada de forma especial (la espuma queda pegada al vaso, lo que es buena señal). En resumen, un rincón que da para mucho.