Crítica de libros
Un paraíso sólo para privilegiados
Construida a finales del siglo XVIII bajo el mandado de Carlos III, esta fortaleza sanitaria sirvió durante un siglo –de 1816 a 1916– para el control sanitario del tráfico marítimo que llegaba al puerto, en una época lastrada por las pestes y otras enfermedades comunes.
Pese a su interés turístico, el acceso está restringido, no sólo para visitantes extranjeros sino para los propios menorquines. Sólo los privilegiados funcionarios de Sanidad disfrutan de su estancia, y no precisamente a un mal precio. Apenas quince días de alojamiento les cuesta entre 180 y 500 euros dependiendo del sueldo de cada funcionario. Una tarifa que incluye pensión completa, transporte en barca hasta Calasfonts, piscina, bares y restaurantes, y un sinfín de comodidades. En definitiva, un paraje tan idílico como inaccesible.
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