Medidas económicas
Zapatero gira en redondo
Sería una incongruencia no valorar positivamente las medidas de austeridad anunciadas ayer por el presidente del Gobierno en el pleno del Congreso, durante la sesión parlamentaria más trascendente de esta Legislatura. Si ayer mismo, como venimos haciendo desde hace casi dos años, instábamos a Zapatero a tomar el bisturí para sanear las gangrenadas cuentas públicas y garantizar la estabilidad financiera, hoy es de justicia reconocer que no ha rehuido el desafío y que ha concretado en parte la dimensión del sacrificio. La decena de iniciativas desgranadas ante un hemiciclo entre incrédulo (los populares) y demudado (los socialistas) supone el mayor recorte social que se recuerda en democracia, hasta el punto de poner fin a uno de los iconos del Estado de bienestar como es la revalorización de las pensiones garantizada por ley desde hace veinticinco años. Si a ello se unen el recorte de un 5% de los salarios de los funcionarios, otro de los sectores que el dirigente socialista proclamaba como intocable, y las restricciones a la Ley de Dependencia, orgullo de la política social del Gobierno, la conclusión es evidente: Zapatero ha dado un giro de 180 grados y abandona la demagogia populista basada en el gasto público y la subvención. No obstante, se equivoca al bascular el grueso del recorte en las inversiones públicas de Fomento, en vez de profundizar en el gasto corriente y el tamaño excesivo de la burocracia. Si quiere que las cuentas le cuadren, no debe sacrificar las partidas dedicadas a infraestructuras ni subir más los impuestos, dos medidas que comprometen la recuperación económica y el empleo, sino meter la tijera en una Administración sobredimensionada, arbitrar fórmulas de copago en la Sanidad e impulsar una reforma laboral que dé alas a la recuperación. Es una lástima que Zapatero haya perdido dos años preciosos en tomar unas medidas que de haberse aplicado antes habrían tenido un efecto menos traumático. También es deplorable que sólo haya reaccionado a las presiones de líderes como Merkel, Sarkozy y Obama, en vez de aceptar la mano tendida de Rajoy y sus atinados consejos. No sólo ha quedado muy dañada la credibilidad del líder socialista al tener que desdecirse en apenas tres días; también la solvencia de España ha sufrido especialmente durante las últimas semanas. Pero una vez que ha decidido imprimir un giro copernicano a su política económica, el presidente está obligado a cambiar de equipo. La popularidad y fiabilidad de su Gobierno han quedado nítidamente retratadas en el último barómetro del CIS: todos suspensos. Ha llegado el momento, en suma, de elegir colaboradores más eficaces, con las ideas más claras y con el pulso firme para llevar a cabo las dolorosas medidas anunciadas ayer e implementar otras no menos rigurosas. Para alcanzar el objetivo de un déficit del 3% del PIB no bastan los recortes anunciados, ni mucho menos. Pero eso implica gobernar con responsabilidad y romper las amarras emocionales con unos sindicatos que han ejercido el derecho de pernada. Y si el presidente Zapatero no se considerase con las fuerzas necesarias para llevar hasta el final el plan de ajuste, lo coherente sería que convocara elecciones anticipadas.
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