Lisboa
El momento de sobrevivir en Portugal
Ocho de la mañana. Joana Faustino, 24 años, intenta entrar en el vagón del metro en la estación de Praça de Espanha, en Lisboa pero no lo logra: está lleno. Tendrá que esperar al siguiente para llegar al trabajo. El metro de Lisboa vio crecer sus usuarios en un 3% y el de Oporto tuvo un crecimiento del 7,25%. La subida de gasolina obligó a muchos portugueses a prescindir de su coche y moverse en transporte público.
Lo mismo hizo Sandra Esteves 25 años, estudiante y trabajadora que decidió vender su coche. Empezó a trabajar muy joven porque «quería empezar a tener dinero para mis cosas. Primero porque quería sacarme el carné de conducir, después porque quería comprarme un coche, después porque ya no quería pedir dinero a mi madre, y ahora porque tiene que ser…», concluye, con expresión de desencanto. Su empleo, que compatibiliza con la carrera de periodismo, es de asistente de apoyo al cliente, como muchos portugueses. Es la solución más inmediata y el número de trabajadores en este sector sigue creciendo.
En el famoso restaurante lisboeta Tavares Rico, con una estrella Michelin, el chef Aimé Barroyer nos cuenta que nunca falta trabajo. Aimé Barroyer explica, mirando a las mesas del recinto que «jamás ignoramos lo que está pasando fuera, pero nuestro objetivo no puede ser en función de lo que pasa en el mundo real, tenemos que esforzarnos más y servirles mejor"».
Replantearse la vida
Joana Faustino sintió en primera mano la realidad de la crisis. Trabajaba en una productora de cine independiente «hace tres años, pero debido a las medidas del Gobierno contra la crisis, principalmente los recortes en ayudas al sector de la cultura, se cerró la productora». Empezar todo de nuevo, con los gastos fijos de casa y alimentación la hicieron enfadarse y replantearse su vida: «¿Portugal será la solución?».
Después de «un mes de búsqueda de trabajo sin perder la esperanza», finalmente lo encontró. «Envié currículos todos los días desde enero, la gran mayoría de las veces por internet, pero no recibí ninguna respuesta». Tras un mes de formación, Joana está trabajando en una parafarmacia. Volvió a tranquilizarse y además le encanta el nuevo trabajo. «No es mi campo, pero hasta que pueda surgirme una oportunidad en lo mío, lo importante es no vivir del subsidio de desempleo».
Ahora, pese a que ha dejado de ir al gimnasio y cena fuera menos de dos veces al mes, ya respira hondo. «También –aclara– compro mucha menos ropa y los productos de marca han desaparecido de mi estantería».
La reducción del gasto ha empezado en las empresas de servicio: «En el metro de Oporto hemos reducido los costes operacionales en un 30%, sin descuidar la calidad del servicio. Ahora, nuestros costes se cubren con los ingresos de los billetes vendidos en un 90%». Cambios, como los que ha habido en casa de Sandra. «Antes tenía televisión por cable y ahora ya no tengo; en vez de invitar a los amigos todos los fines de semana a comer en casa, ahora cenamos una vez al mes». Vive con su madre, que aunque también trabaja, decidieron poner en práctica medidas de prevención para evitar sorpresas: «Empezamos a elegir las marcas blancas de los supermercados, sustituyendo las originales. Y no hay mal que por bien no venga, porque no noto la diferencia. También tuve que vender mi coche».
En el restaurante Tavares Rico, su chef nos confiesa que pensando netamente en su establecimiento prefiere los tiempos de crisis, «cuando hay mucho dinero, nuestros proveedores hacen su negocio sin pensar en los restaurantes, pero ahora, se puede negociar y llegar a un mejor entendimiento». Los datos de la Asociación de Hostelería, Restauración y Similares de Portugal (Ahresp) indican que cada mes cierran 125 restaurantes en Portugal, pero que también se está asistiendo a una apertura desenfrenada de establecimientos: 2.605 abrieron sus puertas en el año 2010. Según su secretario general, José Esteves, el desempleo es la principal razón que justifica este incremento: las personas intentar abrir un negocio propio y eso hace que otros cierren.
El futuro en suspenso
Joana, mientras, implementó en su casa un sistema de control de gastos que pasa por «anotar al principio del mes los gastos previsibles para saber cuánto me queda para pequeños caprichos. La idea básica era ahorrar algo, pero no lo consigo desde hace meses. Como dice mi madre: ahora es el momento de sobrevivir y dejar en suspenso nuestros planes de futuro». En medio de tanto número, uno de sus gastos no esenciales consiste en permitirse de vez en cuando comer en el restaurante Tavares el menú de 28. «Claro que sí, teniendo en cuenta lo que cuesta ahora el menú. Además, hay que colaborar al crecimiento de la economía de los demás», que aún hay ánimo para bromear.
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