Manila
El autocar secuestrado en Manila nuevo reclamo turístico
Los conductores de esos carruajes tirados por un caballo, que aquí llaman "kalesa", incluyen en su recorrido una parada para ver el autocar.
El autocar en el que fueron secuestradas 25 personas en Manila, de las que ocho murieron tras la intervención el pasado lunes de la Policía, se ha convertido en un reclamo para turistas y curiosos ansiosos por retratarse con el vehículo de fondo.
El vehículo permanece inmovilizado en el mismo lugar en el que se produjo la matanza de turistas procedentes de Hong Kong, a la espera de que los forenses y expertos balísticos hagan las pruebas oportunas, y ya parece un monumento a tenor del gentío que lo visita sorteando a los policías encargados de su custodia.
"Quería ver por mí mismo lo que realmente ocurrió. Estoy muy triste y preocupado por lo que pasó porque afecta a la imagen de nuestro país y del Gobierno", explica Marlon, un empresario que el lunes presenció los hechos desde la primera línea, pero que regresó hoy para ver el autocar más de cerca.
Los que más alborotan son los estudiantes que por decenas van llegando hasta el lugar vestidos con sus uniformes escolares, y que aprovechan el descanso a la hora del almuerzo para echar una ojeada y fotografiarse sonrientes delante del autobús, a veces haciendo con los dedos el signo de la victoria.
"Es lamentable, hay gente que demuestra una absoluta falta de sensibilidad", denuncia John Bernard, periodista de una televisión local.
De no ser por los curiosos, periodistas y especialistas de la Policía que merodean por la zona, el escenario seguiría casi siendo el mismo que el de unas horas después del desenlace, con restos de cristales de las ventanas desparramados por el suelo, una rueda delantera reventada por un disparo y otros doce agujeros de bala en el parabrisas del autocar.
A unos veinte metros del "monumento", están las coronas y ramos de flores dejados por familiares de las víctimas, quienes hoy celebraron una ceremonia budista al lado del autocar para honrar a sus seres queridos.
En medio del murmullo de las voces de los transeúntes, suenan de fondo los martillazos de una veintena de obreros que trabajan en la remodelación de unas gradas aledañas a la plaza en la que hace unos dos meses Benigno Aquino pronunció su primer discurso como presidente de Filipinas.
Otros avispados tratan de hacer negocio, como es el caso de los conductores de esos carruajes tirados por un caballo, que aquí llaman "kalesa", y que en su recorrido incluyen una parada para ver el autocar, o el de los vendedores ambulantes que a pocos metros de distancia han instalado su carrito de refrescos o de helados.
Pese al sofocante calor, muchos curiosos pasan horas apoyados en las vallas con las que la Policía trata de cortar el paso, mientras observan los movimientos de los técnicos y enzarzan en discusiones sobre lo ocurrido.
"La Policía estaba haciendo lo correcto para resolver el problema pacíficamente, pero la familia del secuestrador no colaboró y por eso la situación terminó empeorando", considera Marlon, mientras que Jerry, un manileño de 30 años, echa la culpa a la retransmisión en directo del secuestro hasta el fin, que hicieron las cadenas de televisión.
"Para mí los medios tienen mucha culpa de lo que pasó. Cuando fui a casa vi que lo estaban retransmitiendo en directo y eso da información al secuestrador", dice mientras sostiene en brazos a su hijo de dos años.
Aunque la mayoría son filipinos, también por el lugar se deja caer algún turista occidental, como John, un estadounidense que con su cámara fotografía el autocar tras apearse del minibús que le lleva de gira turística por el casco viejo de Manila.
"Quería ver cómo era, intentar comprender lo que sentía la gente que estaba allí dentro e imaginar lo horrible que resultó para ellos", explica este turista.
El secuestro duró unas 12 horas y terminó cuando fue abatido de un disparo el secuestrador, Rolando Mendoza, de 55 años y ex capitán condecorado en diez ocasiones, que pretendía con esa acción su readmisión en la Policía y la revisión de un caso de extorsión por el que fue apartado del cuerpo en 2008.
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