Roma

Chute de confianza por Alfonso Merlos

Chute de confianza por Alfonso Merlos
Chute de confianza por Alfonso Merloslarazon

Un país no tiene amigos ni enemigos permanentes. Sólo tiene intereses permanentes. Es un principio rector de la política internacional así formulado por Benjamin Disraeli pero, sobre todo, es la base desde la que planificar, ejecutar y controlar cualquier movimiento diplomático racional y solvente.

Rajoy está acertando. Ni el presidente del Gobierno estaba casado con Merkel ni ahora lo está con Monti mientras calcula si vale la pena cortejar a Hollande. Ni simplifiquemos, ni manipulemos, ni caricaturicemos. Su único compromiso es con España y los españoles, que de forma masiva y mayoritaria le han dado un mandato y poderes claros para llevar las riendas del país. No hay otra guía ni otras ataduras. La historia es en ocasiones irónica. Y es una verdadera bendición que el éxito europeo del Ejecutivo del Partido Popular converja con la arrolladora superioridad demostrada por la selección de Vicente Del Bosque en los estadios de Polonia y Ucrania. Tan malo es en este punto frivolizar como relativizar. Y en un momento en el que las clases medias están siendo vapuleadas por la recesión, asustadas por la subida de tasas por doquier y temerosas ante los efectos de unos recortes tan dolorosos como imprescindibles, un chute de moral es un impulso para todos.

Apeada futbolísticamente Alemania, vencidas a través de equilibrios y juegos de poder las resistencias de Merkel, encontrado un nuevo eje mediterráneo de agendas compartidas junto a Italia, y a medio paso de deshacernos de Balotelli y compañía para volver a tocar la gloria con los focos del mundo entero apuntando al partido de mañana, la sociedad puede y debe saber reaccionar ante esta formidable inyección de confianza en tiempos difíciles.

Debemos aprovecharlo. Porque son estos momentos en los que se amontonan algunas buenas noticias los que nos deben infundir ánimo, decisión y valor para hacer lo que tenemos que hacer; los que nos deben llenar de seguridad acerca de lo que somos como nación, de lo que queremos ser y de lo que merecemos.

España no está para descorchar botellas de champán, para tirar cohetes, para euforias injustificadas, para excitaciones vanas ni para borracheras que desemboquen en el puro patetismo. Pero en este sendero de sangre, sudor y lágrimas que estamos recorriendo para lograr la remontada, habrá estaciones en las que tendremos cosas que celebrar. Ésta parece ser una. Hagámoslo sin amilanarnos. Convendrá a nuestro estado de ánimo. Y sí, también a nuestra economía y nuestros bolsillos.